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MALVA: Tachuela 60...

Tachuela 60

Se siente un ruido madre
los rondadores, que es sábado y cortejan,
los mis amores
Ay madre mía el pérfido juraba
que me quería

Recuerdo un día que fuimos los maestros y niños a merendar a la Fuente de Valcuevo y mi tío Pascual, casado con una hermana de mi padre, nos dio una explicación de las propiedades del agua que no se me ha olvidado y lo mismo de los cantares que nos enseñaron, uno de ellos era:

“De Junquillos sale el agua,
de Medina sale el sol
y de este pueblo los rayos,
alégrate corazón,
que corazón que no se alegra,
nunca cría buena sangre”

Don Pascual y Doña Manuela, dos grandes maestros que querían mucho a los niños y les enseñaron con sabiduría y muy bien preparados para la docencia, en una ocasión, con motivo de su matanza, nos llevó a ver todos los órganos del cerdo que tenía ya matado y nos enseñó el corazón con sus cavidades, por donde entraba y salía la sangre, el estómago y vejiga, riñones, etc. de tal modo que nos quedó para siempre grabado.

Políticamente había dos “partidos”, hasta que estalló la guerra, se presentase quien se presentase se denominaban “los Mateos” y “los Matillas”, los cuales se disputaban el puesto de la alcaldía, iban pidiendo de casa en casa los votos y el que ganaba hacía limonada para obsequiar a los votantes.
Era muy graciosa la pugna, que había entre ellos, en los días previos a las votaciones no se hablaban, estaban muy serios los unos con los otros y cuando pasaban las elecciones se daban un abrazo.



Relato de la jirafa (Heli)

Resulta y sucede que (en Malva se han empezado así los cuentos, más que "érase una vez") hay un parque en Cantabria, el de Cabárceno, que merece la pena ver, porque es un zoo al aire libre, llenico de animales, unos más salvajes que otros, pero animales, a fin de cuentas. Diariamente lo visita, también, más de un animal doméstico, (así llamado, porque van desde su casa, no porque estén más amaestrados que los del parque) como la pava que, ese día, coincidió con nosotros. Porque hay que ser mu pava pa caer como cayó esta mujer.
En cuanto abrió el parque, nos pusimos a recorrerlo Charo, Choni, Miguel y yo. Para poder verlo todo, había que andar listico desde por la mañana. Hay que ir, con el coche de parada en parada, para asomarse por los distintos miradores y ver todos los animales sueltos que puedas. Se ve, o que calculamos mal el tiempo, o que teníamos hambre y convenía irse arrimando a una cafetería que hay en el centro del parque, el caso es que nos sobró tiempo. Pensábamos que, con tanta gente como andaba por allí, o te espabilabas o comías a las mil y quince y, encima, te quedabas sin rabo de toro pa comer.
Pa terminar de hacer hambre, nos quedaba por ver, a la una, la exhibición de aves rapaces, que había a la entrada de la cafetería, y, para eso, todavía faltaba, lo menos, un cuarto de hora o más, así que dijimos:
"Vamos hasta aquella cabaña de allí, a ver qué bichos hay."
Iba primero Miguel, detrás yo y luego Choni y Charo, mirando cada uno para un lado, a ritmo de paseo pelando pipas. Según nos acercábamos a la cabaña uno de los animales que estaban dentro, a la sombrita, asomó la cabeza. Y Miguel, llegando a la altura de una mujer que también miraba al animal, dejo caer, como quien no quiere la cosa, pero asegurándose de que la mujer lo escuchaba:
- " ¿Qué es ese animal de cuello de alto?".
- " ¡Una jirafa!", soltó la mujer como un escopetazo, primero extrañada por la torpeza de Miguel, e inmediatamente avergonzada, llevándose las manos a la cara, por haber caído en semejante pajarera.
Los que vimos todo en primer plano, no podíamos contener los lagrimones de la risa que nos entró, de manera que un niño, que estaba por allí cerca y que no entendía las carcajadas, le preguntaba a su padre, que se había quedao con to la copla:
- " ¿Qué ha pasao, papi, qué ha pasao?".
- "Nada, hijo, que tiene que haber gente pa to", le contestó el padre, cuando se lo permitió la risa.

Continuará.

Salud.