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MALVA: Tachuela 50...

Tachuela 50

- Ni una palabra, al suelo sentaos, que de pie os vais a cansar- Dijo el gallego de Combarro
- No creo que lleguéis muy lejos, los del pueblo no tardaran en llegar.
- Faroles casa poli Benavente, como decís por aquí, si esto lo supiera ya alguien más, estaría aquí con vosotros.
- Y que pensáis hacernos.
- Todo depende de vosotros, si os portáis bien, cuando estemos a tierras perdidas llamaremos al Ayuntamiento, para que os saquen de aquí, pero si nos obligáis a usar la fuerza, con la doradita que tengo en la mano, os despacho, para que despertéis con los angelitos.

- Tenéis tiempo para pensar en como contárselo a vuestros nietos, suponiendo que los queráis tener y no hagáis ninguna bobada.


Por la cabeza del forastero, con el tabardo en la mano, gallego de Combarro, se le pasó la idea de cargárselos, pero sabía que sus dos colegas, ni estaban de acuerdo ni se lo perdonarían. Además que falta hacía, encerrados en el habitáculo, desde donde se encontraban, sería imposible mover la piedra. Si ésta volvía a su lugar original, presentaba la misma dificultad, que desde el lado del palomar cuadrado, pero por la otra cara.

El andaluz fue a llamar a la mujer que seguía de vigía, la necesitarían para que los vigilara mientras ellos dos, sacaban los cajones de monedas y la imagen de oro. La mujer ya en el habitáculo, se hizo cargo de la pistola, manteniéndolos en todo momento encañonados. Con mucho esfuerzo debido al peso y a las condiciones del túnel, los dos hombres consiguieron trasladar, los tres cajones y la imagen, hasta salvar la zona de la rueda, retrocedió la mujer no sin antes amenazarles. –Si asomáis el hocico alguno, os lo borro del mapa.
Se quedó la mujer sola, con el arma en la mano, mientras los otros dos, se dirigieron al la salida, para entrar por el molino, una vez dentro delante de la rueda, apretando los dos al unísono la movían un poco, ese vaivén, que se queda solo en pisparillo, no lo suficiente para que empezase a rodar, por más que lo intentaban, no conseguían salvar la pequeña hondonada donde la piedra descansaba, hubieran necesitado una barra de hierro o similar, para hacer palanca, allí no había nada de eso, se acordaron de las barras de hierro que habían comprado para detectar las entradas al túnel, estaban en la casa de él de los pájaros, uno de los dos debería bajar a la casa a por ellas, el tiempo se echaba en cima, no habían contado con el contratiempo de los visitantes que pretendían encerrar, de no haber sido por éstos, ellos ya estarían, con la furgoneta cargada alejándose del pueblo.
Fue el chaval andaluz de sariana azul y bicicleta, el que cogiendo el Citroen, pensando siempre que un coche mete menos ruido que un furgón, bajó al pueblo a coger las barras de hierro, mientras tanto los otros dos no pudieron hacer nada, ya que si uno tenía que estar vigilante, el otro por si solo no podía arrastrar por el túnel, las recientes adquisiciones, hacían falta por lo menos cuatro brazos.

DEDE EL OTRO LADO

La casa del tío Perico.