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MALVA: CRÓNICAS DE UN PUEBLO...

CRÓNICAS DE UN PUEBLO
“La mano matarás, aunque no te queden más” (aunque no esté aquí Tomás, según otras versiones). “Perseguirás con ahinco al seis doble y doble cinco”. “Peterete: cuatro, cinco, seis y siete”. “Dos, o sea tres”. “Los de fuera, dan tabaco”.“Quién da?”. “ ¿Qué es triunfo?”. Todas ellas son frases, algunas veces demasiado habituales, que suenan alrededor de las mesas de los bares, jugando la partida.
En algún caso, también se han escuchado frases como “ ¿Qué le importará a estos señores lo que yo te deba a ti?” cuando alguien reclamaba, bastante indiscretamente, los dos reales que le habían dejado a deber un par de manos atrás.
En otra ocasión, un padre sordo comentaba, a uno de los que jugaban la partida, pormenores sobre sus hijos. Que si el mayor no ha venido, que el pequeño se marchó ayer o que la muchacha no ha querido salir. Tras varios comentarios de ese jaez, el que estaba jugando, al tiempo que picaba las veinte en bastos, le decía entre dientes, procurando que no le oyera:
-Si supieras el asco que les tengo, tanto como a ti.
A lo que respondió el padre, con su tono habitual:
- ¡Te meto una hostiaaaa!
Pero todo esto viene a colación por una de las frases más antológicas que se puede encontrar uno fuera de los libros de historia. Ni citas históricas, ni mandangas. Yo diría que después del “Cogito, ergo sum”, va esta, sin duda. Como mucho, le va un poco a la zaga, la que dijo Pedro, el de Adela, uno de los días de tanto calor, en la fiesta de este verano: “ ¡Claro, no calentó en enero, pues calienta ahora!”.
Jugábamos al tute, Herminio y yo contra Miguel y Pon. Mi hermano y yo no teníamos un ciñasco, ¡nada, cuatro peplas!. Eran Pon y Miguel los que llevaban las cartas y los que, por consiguiente, habían puesto más empeño en jugarlas bien. Más que por meternos dos juegos, por reírse un poco de dejarnos zapateros, pa bien ser, sin baza.
Fueron jugando sus cartas, achicándose por aquí, falseando por allí, de manera que, en las tres o cuatro últimas bazas, estaban todas las briscas por jugar, ¡en sus manos!. Cuanto más nos relajábamos Herminio y yo, porque no teníamos nada de nada, más se iban incorporando, poniendo los codos sobre el tapete, tanto Pon como Miguel. La copla se les estaba poniendo tan fea, que se imponía una reflexión, un cabeza con cabeza (la expresión correcta debería ser tête à tête, pero lo de estos es cabeza, no tete) antes de echar la siguiente carta. Tras unos interminables segundos de tensión, viendo que era lo mismo ir por Entrala que por El Perdigón, dijo Miguel, arrugando el hocico:
- ¡Nos comen to la cogorrera!

Moraleja: “Habéis tenido que jugar mal” porque nosotros “no sabemos tenerlas”. Eso o que “se ponen en contra de uno”.
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