En otra ocasión, un padre sordo comentaba, a uno de los que jugaban la partida, pormenores sobre sus hijos. Que si el mayor no ha venido, que el pequeño se marchó ayer o que la muchacha no ha querido salir. Tras varios comentarios de ese jaez, el que estaba jugando, al tiempo que picaba las veinte en bastos, le decía entre dientes, procurando que no le oyera:
-Si supieras el asco que les tengo, tanto como a ti.
A lo que respondió el padre, con su tono habitual:
- ¡Te meto una hostiaaaa!
-Si supieras el asco que les tengo, tanto como a ti.
A lo que respondió el padre, con su tono habitual:
- ¡Te meto una hostiaaaa!