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MALVA: No hay vuelta atrás, los Diablos, quieren perpetuar...

No hay vuelta atrás, los Diablos, quieren perpetuar la tradición popular y ser parte imprescindible de la llegada del Año Nuevo en la localidad de Sarracín de Aliste, a los pies de la mítica Sierra de la Culebra, allí donde la realidad y la leyenda han convivido desde la noche de los tiempos. No hace mucho tiempo nadie daba un real por ellos pero hace varios años se comenzó con unas recuperación que cada vez va dando nuevos frutos, muy en particular esos que acarrean la implicación de las nuevas generaciones para su pervivencia. La mascarada resurgía allá por 1988 y luego decaía hasta 1998. Su recuperación definitiva no llegaría hasta el 1 de enero de 2004 y ya son cinco años donde poco a poco, sin prisas pero sin pausas, se ha ido recuperando su idiosincrasia, desde la indumentaria más peculiar a pequeños rituales y costumbres que sólo los más ancianos guardaban en su memorias a buen recaudo. «Parecía imposible pero salió de nuevo adelante un poco con el apoyo de los casados» afirma un vecino. La Noche Vieja es larga, muy larga, más siendo mozo y joven, con ganas de divertirse hasta lo más profundo de la madrugada. Si embargo allí estuvieron ellos, todos, puntuales, a las 9.30 horas para iniciar la mascarada de invierno, cumpliendo con la añeja costumbre, de acercarse a realizar la petición de los permisos al señor cura Héctor Galán y al alcalde. La mayoría, así lo reconocían, sin dormir nada.
Jesús Matellán Casas tuvo este año el gran honor de representar al Diablo Grande y Alberto Vara Gallego al Diablo Pequeño. Los restantes personajes cobraron vida gracias a Jhonatan Silva López (Ciego), Martín Casas Gallego (Molacillo), Diego Ríos Casas (Dama), Rubén Fernández Rodríguez (Galán), Kevin Alvarez Villar (Filandorra), Iván Rodríguez López (Rollón) y Javi Lorenzo Fernández y Juan Antonio Arias Rodríguez (Hombres del Saco). Como gaitero, tocando el fole, estuvo Manolo Folgado Casas y como tamborilero a Juan José Santos Gallego.
La tradición lo manda y así se hizo, saliendo todos desde "El Corralón", en las cercanías de la iglesia, camino de la Plaza del Salón donde los dos Diablos tuvieron la primera enganchada con el Ciego que sufrió en sus carnes las tenazadas y las cornadas, solamente defendido por el Molacillo. A partir de ahí se comenzó el recorrido por todas las calles y casas deseando Feliz Año y pidiendo el aguinaldo, tomando una pinta ofrecida por los visitados, entrando si hacía falta ala cocina, al salón o al propio dormitorio a despertar a los poco madrugadores. Ciego y Molacillo los más trastos y enredadores, con su burra. Carreras para encenizar a la lugareños y forasteros.
Para culminar la fiestas Los Diablos ofrecieron una merienda popular «muy sabrosa» aseveraban los comensales, para todo el pueblo donde se degustaron empanadas, hornazos alistanos, chorizo, costillas, pan y buen vino. Al final se cumplió con el cometido de fomentar la convivencia y la hermandad entre los vecinos de diferentes generaciones que al fin y al cabo es lo que va a garantizar la continuidad de las mascarada de invierno.
De la Opinion