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MALVA: CRÓNICAS DE UN PUEBLO...

CRÓNICAS DE UN PUEBLO
“Fumemos, dijo Nerón, y fumó él solo, como un cabrón”. Era otro de los dichos famosos con un paquete de tabaco en la mano. Vosotros ahorrarías para comprar un lujoso paquete y fumarlo en la fiesta, pero nosotros estábamos deseando que “tirara Andrés”. Después de los días de la fiesta, salía lo menos un remolque de basura de la que barrían en el bar y la tiraban en Las Raposeras. Allí que nos presentábamos a escamundar las colillas de las mejores marcas. Las de las marcas corrientes, si eran grandes, las deshacíamos y guardábamos el tabaco en una bolsa para liarlo luego.
Había fumadores que compraban tabaco y que tiraban el cigarro antes de llegar a las letras de la marca y luego estábamos los “arrebañapavas” que andábamos al hilo de los otros. Cuando juntábamos algo de dinero para poder comprarlo, íbamos donde el señor Honorio, a por “un paquete pa’l señor Toño, el Molinero” y al cuarto o quinto muchacho que llegaba en el mismo día, decía el estanquero: “Mucho fuma, Toño”. Era mejor ir a Bustillo a comprar el “Peninsulares”, porque Azucena, la del estanco, lo tenía para adentro y mientras iba a buscarlo, le comíamos los nevaditos que tenía en el mostrador. Era por no fumar en ayunas, que sienta peor.
Le oí contar a Manolito el de Humi que, estando en la mili, se había sentado de conversación, con otros tres fumadores. El lugar debía ser muy parecido a la escalera de “El Pato” o por lo menos yo lo imaginaba así. Ninguno de los otros tres fumadores tenía tabaco, así que excuso decir el cuidado que puso Manolito con el suyo. Disimuladamente, metiendo la mano en el bolsillo, contó con el dedo los cigarros que le quedaban: tres.
A Manolito se le estaba haciendo la boca agua, pero si sacaba tabaco los otros le iban a pedir y, la verdad, para uno, era algo, pero para cuatro, no tocaban a nada. En un arranque de ingenio, sacó el paquete del bolso y, del paquete un cigarro, que se puso en la boca y chiscó como una tea. El resto del paquete, lo enrebujó con cuidado y lo tiró al suelo.
Al cabo de un rato, cuando le volvieron a entrar ganas de fumar, se levantó, cogió el paquete del suelo, sacó otro cigarró, lo encendió y volvió a enrebujar y tirar al suelo el resto del paquete. Los que vieron la jugada, no pudieron por menos que llamarle cabronazo, que menuda jugada les había armado, que eso no se hacía, etc.
Pasó otro rato y volvieron las ganas de fumar, así que Manolito se levantó, cogió el paquete del suelo, sacó el último cigarro, lo chiscó, enrebujó el paquete y... antes de que llegara al suelo ya se habían tirado los otros tres a por él.

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