Cenamos mientras veíamos el telediario y recogimos la loza antes de las noticias de los deportes. A continuación echaban una película, que con los pertinentes anuncios se alargaría hasta las doce más o menos. A Melquiades, que iba de camino a la cama, le debió llamar la atención el rugido del león de la MGM, porque a la altura del sofá, se detuvo a mirar para la tele. Se apoyó discretamente en la esquina del sofá y vio pasar los títulos de crédito de la película.