No destaca precisamente por su timidez, pero para evitarle el sonrojo ni diremos su nombre ni su filiación, aunque me temo que, si lee esto, sea él el primero que levante el dedo, dándose por aludido.
Resulta que este amigo nuestro tenía un problema en la boca y para solucionarlo pidió cita en el dentista. Se la dieron para las seis de la tarde o algo así (si no quieres delatarte, no me corrijas). Como solía ser habitual, ese día no iba a ser menos y se lió de cañas con otro amigo de pueblo. Por temor a alguna incompatibilidad con la más que probable anestesia del dentista, quiso ser muy prudente con la cantidad de alcohol. En lo que le falló la prudencia y la vigilancia, fue en el borrado de las huellas. Total por cuatro cañas de nada, el dentista ni se da cuenta de nada, pensaba nuestro amigo. No voy a ir a casa a cepillarme los dientes. Además, lo que vea sucio, que lo limpie.
Una vez colocado en el sillón de torturas, el dentista le mandó abrir el “expediente”. Las primeras pesquisas no delataban nada anómalo, a pesar de que el investigador fruncía el ceño en cuanto notaba el rastro de alguna de las cañas ingeridas. Cuando la exploración ganó la suficiente profundidad, el dentista, llevado por su afición a series como C. S. I., quiso fardar de su capacidad observadora.
- ¿A que sé lo que ha comido hoy?.
-Bueno sí. ¿Se quiere usted quedar conmigo?. A ver ¿qué?.
- ¡Alubias!
- ¡Coño!. Y ¿cómo lo sabe?
-Porque ve aquí tiene una, indicó el médico enseñando la que había pillado en el hueco de una muela.
¡Este se atufa y deja de saludarnos lo mismo en el foro que en la calle!
--- o0o ---
Resulta que este amigo nuestro tenía un problema en la boca y para solucionarlo pidió cita en el dentista. Se la dieron para las seis de la tarde o algo así (si no quieres delatarte, no me corrijas). Como solía ser habitual, ese día no iba a ser menos y se lió de cañas con otro amigo de pueblo. Por temor a alguna incompatibilidad con la más que probable anestesia del dentista, quiso ser muy prudente con la cantidad de alcohol. En lo que le falló la prudencia y la vigilancia, fue en el borrado de las huellas. Total por cuatro cañas de nada, el dentista ni se da cuenta de nada, pensaba nuestro amigo. No voy a ir a casa a cepillarme los dientes. Además, lo que vea sucio, que lo limpie.
Una vez colocado en el sillón de torturas, el dentista le mandó abrir el “expediente”. Las primeras pesquisas no delataban nada anómalo, a pesar de que el investigador fruncía el ceño en cuanto notaba el rastro de alguna de las cañas ingeridas. Cuando la exploración ganó la suficiente profundidad, el dentista, llevado por su afición a series como C. S. I., quiso fardar de su capacidad observadora.
- ¿A que sé lo que ha comido hoy?.
-Bueno sí. ¿Se quiere usted quedar conmigo?. A ver ¿qué?.
- ¡Alubias!
- ¡Coño!. Y ¿cómo lo sabe?
-Porque ve aquí tiene una, indicó el médico enseñando la que había pillado en el hueco de una muela.
¡Este se atufa y deja de saludarnos lo mismo en el foro que en la calle!
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