Resulta que este amigo nuestro tenía un problema en la boca y para solucionarlo pidió cita en el dentista. Se la dieron para las seis de la tarde o algo así (si no quieres delatarte, no me corrijas). Como solía ser habitual, ese día no iba a ser menos y se lió de cañas con otro amigo de pueblo. Por temor a alguna incompatibilidad con la más que probable anestesia del dentista, quiso ser muy prudente con la cantidad de alcohol. En lo que le falló la prudencia y la vigilancia, fue en el borrado de las huellas. Total por cuatro cañas de nada, el dentista ni se da cuenta de nada, pensaba nuestro amigo. No voy a ir a casa a cepillarme los dientes. Además, lo que vea sucio, que lo limpie.