Sigo: Cuando éramos niños, hace algunos años ya, el mondongo era una fiesta. Ni siquiera íbamos a la escuela. Por la mañana nos dedicábamos a repartir la chanfaina, en aquellos platos de porcelana que en cuanto les dábamos un golpe se esborcellaban y se ponían temerosos. Se le llevaba a la familia y a las personas importantes del pueblo: cura, médico, maestros.