Tenía un lenguaje tan particular que, por ejemplo a Eugenio, el chocolatero, lo llamaba “Ifniiii”. De las carcajadas que soltaba, no os cuento, sobre todo cuando le hacía alguna trastada a alguien. Por ejemplo a mi padre, que tenía que llevar el estiércol que sacaba de las pocilgas hasta el estercolero de
la era de mi abuelo. Lo llevaba en el carretillo y cuando pasaba por el badén, se paraba a saludar los que estaban sentados, de conversación, en los pasones de Juan Antonio. En cuanto mi padre se
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