Había ido a
casa de mi tía Vicenta, a algún recao que me habrían mandao y hasta allí me acompañó Miguel, con idea de tomar un vinito después. Era la crítica hora de hacerlo, también para mi tío Nino, que salía en ese momento a hacer lo propio. A mi tío, como sabeís, le gustaba el vino con alma, de manera que cuando llegaba al
bar, pedía un vaso y se lo bebía de un trago, haciendo gestos con la mano para que el camarero no se alejara:
- ¡Aguarda ven acá, no marches! ¡échame otro!.
Se ve que el primer
... (ver texto completo)