La boda iba a ser el sábado, día de la fiesta, así que en las vísperas, aunque nadie lo mentaba, andaba un tufo a cencerrada que corrompía. Creo que fue la noche del jueves cuando nos remangamos una miaja y empezamos a buscar cacharros viejos que hicieran ruido como mandan los cánones de la buena cencerrada.
