Por entonces ya vivía en la
calle Fuentesaúco, donde a mí me preguntaron, una vez, la hora y salí corriendo porque... se me hacía tarde. En la
puerta del bloque había unos
jardines hacía los cuales daban los
balcones de todos los pisos y que, como es natural, había que atravesar lo mismo para entrar que para salir de
casa. En una de las innumerables juergas que se llevaron a cabo en aquel piso, debieron hacer más ruido de la cuenta, y bastante a deshora, por cierto.