CRÓNICAS DE UN
PUEBLO
Ahora que ni Adela ni Pedro nos oyen, se pueden contar algunas barbaridades de Gumer, q. e. p. d. Lo malo es como se entere Pedro porque este nos cuenta otra más grande.
Entre lo colorao de las alubias y los torresnillos, a Gumer, el hombre, se le fueron esbaratando los dientes como a todos. Cuando ya le pareció que tragaba los cachos de filete demasiado grandes, pa las tragaderas que tenía, decidió ponerse dentadura nueva.
Después de varias vistas a Morejón, Gumer, se fue
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