También vivía allí Melquiades, un paisano, creo que de El Perdigón o por ahí cerca, con un trapío parecido al de Miguel: más bien tirando a anchejo. Tenían una televisión en el
salón, frente a ella un sofá, en el que sentarse a verla y, justo detrás, una alcoba que le había tocado en suertes al propio Melquiades. Apenas estaba separada del salón por unas cortinas, de manera que desde la misma cama, se podía ver la televisión, tan ricamente.