Tachuela 33
El cilindro era una pieza de madera cubierta por limaduras o trozos muy pequeños de cristal incrustados, de forma que si alguien imprudentemente hubiera procedido a abrir el cofre sin la oportuna llave, el cilindro se pondría a girar por el empuje del sistema de cuerda sobre el pergamino y habría borrado todo rastro de manuscrito.
Se levanta la tapa y la primera impresión asusta al personal, alguien puede pensar que de una bomba se trata, pero inmediatamente se dan cuenta, que se parece más a un mecanismo de cuerda de un juguete de otra época, o de reloj despertador.
En el pergamino que está en el fondo reza:
POR VIENTO CON FUEGO
DEBAJO DE LA “YERBA”
LAS VISITAS HARAN
Al retirar el mecanismo para analizar mas a fondo el cofre el sistema de cuerda se actuó y al girar libremente el cilindro a toda velocidad, se dieron cuenta que en el interior algo sonaba, tras varios intentos, se consiguió abrir el cilindro y dentro había una moneda de oro, por un lado tenía la imagen de la Virgen y por el otro una especie de Y griega apoyada en un cuadrado, la y griega estaba en relieve sobresaliendo hacia fuera, formando una superficie semicilíndrica del mismo grosor que el propio canto de la moneda.
El texto estaba incompleto, sería la mitad de la clave o solo una pequeña parte, comenzó a reinar de nuevo la “desinquietud”, desilusión entre los asistentes. Para el chaval andaluz de sariana azul y bicicleta, que era el único de los tres que se encontraba allí la clave estaba completa, pero faltaba descifrarla, en ese momento se encontraba perdido.
Los acontecimientos recientes hicieron que muchas gentes del pueblo, residiendo fuera de él, como es costumbre normal en estos tiempos, se acercaran al pueblo, sobre todo jubilados, y algunos que trabajando, pero haciéndolo cerca del pueblo, no tenían inconveniente ni mucha distancia en llegar, me refiero a gente residente en Zamora, Toro, Benavente, Valladolid, incluso de Madrid, ya se sabe con las nuevas autovías y demás modernidad del mundo de la locomoción. Otros del pueblo siempre agradecerían las circunstancias, bares, tiendas, incluso los familiares. De los pueblos de alrededor se vieron también visitantes, raro era el día que no se mencionara algo en la prensa, incluso se acercaron reporteros de alguna televisión local. El buen tiempo acompañaba, nos acercábamos a los últimos días de Mayo, el campo comenzaba a dudar entre una inmensa pradera verde a una alfombra de ocres dorados y amarillos verdosos, el final del invierno había sido generoso en lluvias, las carreteras y caminos, cunetas, invadidas por las hierbas, cardos, labrestos, dientes de león, aberbajas, hinojos, malvas, salvias, amapolas, achicorias, tomillos, jengibres, malvaviscos, melisas, agamazones, manzanillas, uvas de perro cagancín, carracuñeras, gadijones, avenas silvestres. Un sinfín de olores y colores, También algunos barbechos, todo invitaba a pasear por el campo.
De Zamora vino el perito agrónomo y a Zamora se marchó, ya que su función terminó, que no era otra que la de hallar mediante cálculos los centros de los triángulos, centros que pasaron a ser del fin al principio del misterio de los triángulos, que es así como las gentes del pueblo comenzaron a llamar a estos hechos. Y de Zamora también vinieron la chica de Malva,
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