3 meses GRATIS

MALVA (Zamora)

Puesta de sol
Foto enviada por mjl

Antes de entrar advertían, en todos los idiomas, que no podían entrar ni personas con problemas de corazón, ni ancianos, ni lactantes, ni mujeres amamantando. Si alguna mujer subía, debía apretarse, en proporción a su tamaño, “o soporte das tetas”. También advirtieron que, bajo ningún concepto se soltara nadie los arneses de seguridad y, por supuesto, que no se moviera nadie.
Nada más abrir se iba a cambiar mientras yo echaba un vistazo al local. Era una casa antigua, que terminó por asolar el boom inmobiliario. Para entrar, había que bajar dos peldaños en uno de los cuales afilaba el cuchillo cuando se le cegaba el filo. En el medio, una estufa de hierro fundido con cuatro patas que la separaban del suelo y con humero y todo. Cerca, quizá demasiado cerca de ella, andaba un gato que, de un día para otro, apareció con el espinazo medio doblado, como si fuera de plástico ... (ver texto completo)
CRÓNICAS DE UN PUEBLO

Con el debido respeto y con un enorme cariño quiero hacer referencia a esos entrañables, y desgraciadamente demasiado numerosos, personajes que conocimos en nuestra infancia o juventud. La mayoría de ellos ya no están con nosotros, razón por la que recalco el respeto y acreciento el cariño.
Hablando del tiempo. No sé si era el Sr. Valentín (Malave) o algún antepasado de Tinín, el que hablaba del tiempo, con otra persona (si alguien lo recuerda que lo diga), mirando al cielo y en estos términos:
- ¡Está fosco!, decía uno.
- Sí, está vario, le contestaba el otro.
En la primera semana de nuestra estancia en ese piso, se nos atascó el fregadero. Avisamos al dueño, pero por allí no “parecía” fontanero ninguno. Para fregar la loza, nos las apañábamos poniendo un caldero bajo el fregadero y, cuando se llenaba, salíamos a la terraza que daba para el patio interior, y desde allí abríamos la ventana del W. C. y, como la taza quedaba justo enfrente, arrojábamos en ella el agua de fregar, caldero a caldero.
Vivíamos en aquel piso, además de Peláez y yo, Fede, Iván y Luis, el de Belver. Era un piso enorme que tenía cinco habitaciones. A mí me tocó una que tenía dos camas, pero nunca pude utilizar ninguna de las dos porque tenían los alambres de los somieres tan dados de si, que llegabas con los riñones al suelo. Así que cogí los dos colchones, los tiré al suelo, en un rincón y allí dormí todo el año. Con los somieres, puestos uno sobre el otro, como si cerraras un libro, me hice unas estanterías mejores ... (ver texto completo)
Después de comer, yo merodeaba por la cocina, recogiendo el plato, cuando llegó, de las clases matinales, Iván, que se disponía a calentar su ración. Mientras, Peláez arrebañaba, que daba gusto verlo, un tarabanco de espinazo como un templario de grande. Estaba disfrutándolo más que un perro debajo la escalera, dándole una vuelta tras otra y pensando si vendría de Malva o de Villaveza, porque de su pueblo no le sonaba mucho. Para salir de dudas, se le ocurrió preguntar por su procedencia:
- ¿De ... (ver texto completo)
Unos de viaje, otros en el vacillar, otros poniendo el tiempo. Alguna de duelo, otras de cháchara o de pingoneo. ¡Ah, que bonito es lo cotidiano!
ésta es buenísima Heli, me estoy partíendo de risa, además elpoder con D. Carlos era mucho poder.
A seguir con anécdotas que esto se pone al rojo vivo
Un día Joaquín estaba jugando a “Tres marinos en la mar”, por la plaza. Cuando se quiso esconder en la cochera de Pablito, se encontró con que el rincón estaba ocupado por José María, el Cabezorra.
-Ya te estás quitando de ahí, que ese sitio es mío. Le dijo Joaquín.
Como José María no quiso quitarse, lo único que ganó fueron un tantarantanes y marchar llorando p’a casa. Eloisa hizo llegar sus quejas a Don Carlos que, nada más empezar la siguiente clase, lo primero que hizo fue llamar a la tarima ... (ver texto completo)
-Porque me dio la gana.
-
-Sí.
-
- ¡En cuánto salga de aquí!

Lo que me he podido reir otra vez.
Un día Joaquín estaba jugando a “Tres marinos en la mar”, por la plaza. Cuando se quiso esconder en la cochera de Pablito, se encontró con que el rincón estaba ocupado por José María, el Cabezorra.
-Ya te estás quitando de ahí, que ese sitio es mío. Le dijo Joaquín.
Como José María no quiso quitarse, lo único que ganó fueron un tantarantanes y marchar llorando p’a casa. Eloisa hizo llegar sus quejas a Don Carlos que, nada más empezar la siguiente clase, lo primero que hizo fue llamar a la tarima ... (ver texto completo)
Como algunos no tenían bastante con la permanencia que se impartía en el pueblo, se vieron obligados, durante algunos veranos, a completar su formación en academias de Zamora, donde, sin duda, ataban los perros con longaniza. Y si no los ataban, los hinchaban a torresnillos con la facera bien añeja, por estar metida entre el tocino, lo menos ocho meses, desde la matanza del invierno anterior.
Veo que se ha incorporado gente de Colombia. Bienvenida Guadalupe. No hagas caso del que quiere bailar contigo. Antes tiene que devolverme un par de bailes que me tiene fiaos.
Y yo me quedaré sin bailar como si lo viera, me cachis.
Veo que se ha incorporado gente de Colombia. Bienvenida Guadalupe. No hagas caso del que quiere bailar contigo. Antes tiene que devolverme un par de bailes que me tiene fiaos.
Antes que nada, buenos días o tardes ya, porque por la hora...