Años más tarde, cuando ya vivía en la calle Cerrada, iba a por la leche a casa de mi tía Etelvina y allí veía “Furia”. Los domingos, después de comer, intentaba ver “Bonanza” mientras entraba a pedir la propina a mi padre, que estaba jugando al chamelo. De camino hasta la mesa miraba de reojo, pero to lo más que nos dejaba Nina, era ver arder el mapa: “ ¡Venga, a correr pa la capilla!”, nos decía.
