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MALVA (Zamora)

Puesta de sol

Como sigo trillando solo, os cantaré una bonita canción:
Tiene la tarara
un higo en el culo,
acudid, muchachos
que ya está maduro.
(Venga todos) La tarara si, la tarara no, la....
Pues bien, como decía íbamos en Guarrate, con todos los oficios hechos, en dirección al coche de Pon, cuando vemos que un individuo está meando encima del capó. Indignados por el hecho, avivamos el paso hacia el prójimo y cuando llegamos detrás de él, tomó la iniciativa Alfredo, que remangándose, le dio dos toquecitos en la espalda y le dijo a la cara, muy seriamente:
-“Oye tú, termina pero... no lo vuelvas a hacer.”
Se le cortó la meada, pero de la risa que nos dio a todos.
Como decía antes, recorrimos los bares y peñas que nos dio tiempo hasta que, a las tantas acabó el baile, que seguíamos sin saber dónde se celebraba, y nos dirigimos al coche de Pon, aquel 127 amarillo que guardaba en casa de Flora, para volvernos a casa. Seguro que éramos cinco, pero sólo me acuerdo de Pon y de Alfredo, protagonista de la anécdota. Cuando Alfredo gastaba una broma o hacía una picardía, hasta que lo delataban los hoyuelos de los carrillos, se ponía serio, muy serio.
Como todavía me queda mes y medio para las vacaciones y los días son muy largos, no puede uno por menos que pinchar en el foro a ver si aparece alguien. ¿Qué va a ser de algunos de nosotros como no tengamos adsl en las Seychelles? Yo, la verdad que no me encuentro el culo con las manos y, aunque da pereza escribir, da más pena asomarse al foro y que prácticamente, sólo aparezca Msol, entre el primero y segundo plato.
Me estoy imaginando a Miguel decir: "Pero ¿dónde vas a parar?. Se va mejor así, cien veces, hombre"
Miguel, que parece que no, pero que no se le escapa ningún detalle, quiso salir en auxilio de todos, solventando, por la vía rápida, tantas dudas como tenían unos y otros acerca de los famosos toros y les dejó caer, seguro de dar con la solución:
-Pero ¿no eran los que pastaban en esa finca que hemos dejado a la derecha, un poco más atrás?
- Anda, calla y tira pa’lante, brutallón, que eres un brutallón, le corrigió el Comandante.
Por eso, tampoco tiene afición a los toros.
El caso es que había unas maniobras militares en Candeleda, en la provincia de Ávila, al mando de las cuales debía estar su Teniente Coronel, acompañado del Comandante. Ambos se acercaban al lugar de reunión, en el coche conducido por un soldado y asistidos por el machaca titular: Miguel. A medio camino, uno de los mandos tuvo la idea de que, como les sobraba algo de tiempo, podían pasar a ver los famosos Toros de Guisando, ya que no los conocía. Dieron la correspondiente orden al conductor y al ... (ver texto completo)
Porque sabemos de su escaso gusto musical, que si no juraría que iba silbando y todo. Era tanto el gusto que le estaba dando, que cuando se quiso dar cuenta, se vio en mitad del patio de armas, pisando la alfombra roja que lo cruzaba, entre un montón de soldados dando zapatazos al suelo y unas cuantas familias que habían acudido al ensayo. Cuando fue consciente de aquella “atravesura”, decidió que pa qué darse la vuelta, mejor terminar de dar el pase y ya se verá lo que resulta, ante la atónita mirada ... (ver texto completo)
Pues bien, el día de las familias, era un ensayo general, con las gradas del patio de armas llenas de familiares, del impresionante desfile que tendría lugar al día siguiente, por no sé qué festividad. Por ese motivo había puente en Madrid y como todo el mundo, también los militares de graduación se irían de viaje. El Teniente Coronel tenía pensado llevarse a su mujer y a su hijo al pueblo de los abuelos, para que el chaval aprovechara a soltarse en el manejo de una bicicleta nueva que le habían ... (ver texto completo)
En cuanto el cabo y los soldados del relevo llegaron a las inmediaciones de la garita y vieron a Miguel, sin gorra, exclamaron, partiéndose de risa:
- ¡Otro que cayó, otro que cayó!.
A pesar de estar tan bien colocado, no pudo librarse ni de hacer alguna que otra guardia, ni de alguna broma como esta que voy a contar. Por poneros en antecedentes, a los que no conocéis estos temas, os diré, exagerando una miaja, que en la mili, ya han habido muertos por aparecer sin gorra cuando se debe estar cubierto por el ella. Otro dato a tener en cuenta es que no es fácil encontrar una gorra que cubra todo lo que Miguel lleva encima de los hombros, y muchos menos que encaje bien.
Cuando llegamos al coche, Pon se disponía a meter la llave para abrir la puerta, en el momento que uno de los mozos, que era pastor, bajito, pero pura fibra y nervio, se dio cuenta de que a Pon se le había escapado una risita y le advirtió:
-“ ¡Y tú, rubio, no te rías, que te pego dieciséis hostias que te parto el flequillo!”.
Ante tan descomunal amenaza, lo que, hasta entonces, habían sido discretas sonrisas, se tornaron, de repente, en tan escandalosas carcajadas, que tuvimos que ir a sujetarlas ... (ver texto completo)
Acabada la música, cerraron la puerta del baile, ganando nuestras caderas la tranquilidad que, por los cubatas, habían ido perdiendo nuestras cabezas. A Miguel y a Pon no se les ocurrió otra cosa que, para medir la resistencia de las suyas, amocharse como los ciervos, a cabezazo limpio. Como no podía ser de otra forma, surgió la chispa. En uno de esos amochones, tiraron un taburete contra la puerta de cristal del baile, que acababan de cerrar, haciendo añicos el cristal y la paz que había reinado, ... (ver texto completo)
Un par de meses después, con todas las aguas, menos las de la fuente de Gallegos, volviendo a su cauce, llega el primer domingo de octubre, en que Gallegos del Pan celebra el día del Rosario. Si Pon asaltaba el fuerte de casa de Flora, donde su padre guardaba el coche, ya teníamos donde ir a pasar aquel aburrido domingo de otoño: ¡a Gallegos!. A este viaje se apuntaron también Miguel y El Pacificador. Le daremos ese nombre porque su intención, conociendo los hechos acaecidos en verano, era el de ... (ver texto completo)
En la búsqueda del baño de la limonada, con que habitualmente se obsequiaba a los forasteros por aquel entonces, nos tropezamos con una fuente pública, réplica de las tres que había en Malva y que tristemente desaparecieron. La pobre fuente de Gallegos, no decía ni pío, estaba allí, medio camuflada en la oscuridad, entre la escuela y la iglesia. No tenía culpa ninguna, pero se llevó, de parte de Tsunami, un par de cantazos en cada uno de sus grifos que no le quedaron más ganas de dar agua.