La buchina más cercana al
pueblo era la del tío Tomás, pero entre la tía Eduvigis y él, que había sido juez, no le quitaban el ojo de encima. Además, estaba tan cerca de la
carretera, que había que lucir un bañador de diseño por si la gente que salía de
paseo, echaba una ojeada. Las más discretas eran la del Mosca y la del señor Tomás, el Piche. La de Félix, Matagatos, también estaba demasiado cerca de las Cantarillas y de la caseta del Morzo.