Se sentaba un señor (no estoy segura porque yo era muy pequeña y no me dejaban mirar el
juego, pero creo que era el padre de Laureana) en una
piedra de esta
casa de en frente y sacaba las bolas y cantaba los números. La acera estaba empedrada, y creo recordar que los hombres que jugaban a la lotería estaban con sus papeles alrededor mirando los números que anunciaba, unos de pie y otros sentados en las
piedras que había sueltas alrededor de la
torre caida. Se rifaba de todo: unas cazuelas, platos,
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