Las
aguas claras del Montoya van bajando. A su paso acarician berros, marisilvas y junqueras. En ellas se miran al
espejo los chopos, álamos, olmos y algún saúco. Varios mirlos picotean en sus márgenes. Un ruinseñor posado en una rama de la arboleda trina y a veces se detiene para escuchar las suave canción del aguas. Mientras esto sucedía la tarde del día de Santiago,
El Piñero seguia disfrutando de sus
fiestas. Con bullicio, alegría, cordialidad y buen yantar, a ritmo de los compases de la charanga.
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