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Exministro de Agricultura zamorano
Carlos Romero
«Los políticos han perdido un cierto nivel de cercanía con los ciudadanos»
10.02.2013 | 00:00
El zamorano Carlos Romero, durante la entrevista. Foto Ical
CAROLINA MARTÍNEZ, MADRID Han pasado 30 años desde que Carlos Romero formara parte del primer Gobierno de Felipe González, repitiendo como ministro de Agricultura durante más de ocho años. No ha perdido su interés por la política real, «la de los problemas que tiene la sociedad», dice, aunque prefiere no adentrarse en la política «partidista» y no habla sobre la situación actual del PSOE. Natural de Fuentesaúco (Zamora), revela en esta entrevista que cuando González le propuso la cartera declinó y propuso en su lugar a Juan Colino, aunque finalmente él fue el elegido para el cargo. De estos 30 años, Romero considera que el problema más grave al que se enfrenta la clase política es que «ha perdido la cercanía con la población» y también lamenta que «gente conocida» no pase del sector privado al público.

-Más de ocho año como ministro de Agricultura en los gobiernos de Felipe González tras la victoria de 1982, hace 30 años, ¿qué recuerda de esos años, de ese Gobierno que fue el más joven de la democracia?

-Yo recuerdo que había muchos problemas por todos los sitios, gente que tenía mucha prisa y también que había muchas cosas por hacer. Lo más importante en ese momento era la angustia por salir de una crisis muy fuerte, la de los años 70, parecida a la de ahora, de la que España no se había recuperado, y la amenaza siempre permanente de los sables y del golpe de Estado, más ETA, además de un problema de paro terrorífico. Yo creo que muchos nos votaron, también en Castilla y León, pensando en el trabajo de los hijos. La sensación era que había que ordenar las añoranzas de tanto tiempo con lo que se podía hacer, con las limitaciones reales. Después el país se aceleró bastante, la entrada a la UE nos condicionó mucho en lo económico y en las formas de funcionar. En el tema agrario, por ejemplo, no había seguros agrarios y el régimen general sólo establecía doce pagas, creamos los seguros y ampliamos las pagas a catorce. Conseguimos dar la decimotercera paga el primer año, y eso fue una alegría tremenda. El Gobierno quería durar, no queríamos quedar bien y marcharnos de rositas. Había que conjugar las expectativas con lo que era posible hacer y costó mucho convencer a gente de que había que ir por pasos. Otro de los grandes problemas era la seguridad. Nada más llegar, González aseguró que lo único que un Gobierno progresista no podría aguantar sería perder el control de la seguridad. Lo tuvimos muy presente. Este país venía del miedo, y no era de broma. Suárez se había marchado por las presiones de todo tipo pero también por las militares, y acabábamos de pasar el 23-F.

- ¿Cómo le comunicó González que quería contar con usted en el Gobierno?

-Yo llevaba tiempo colaborando en el programa del partido, que estaba listo en la primavera del 82. Se contaba con que iba a participar en las tareas de Gobierno de algún modo. Cuando me planteó llevar el tema agrícola, lo único que le pedí a González es que nombrara a otro e incluso propuse a otra persona, pero en fin... me hicieron ministro.

- ¿A quién propuso?

-A uno de Castilla y León, al señor Colino, portavoz del grupo parlamentario en Agricultura. No lo había contado hasta ahora.

- ¿Qué opina de la política y de los políticos de hoy? ¿Ha mejorado o empeorado?

-Yo creo que en mi época estábamos más cerca de los ciudadanos, teníamos todavía un plus de proximidad. La gente tenía mucha confianza. Cuando subimos la bombona del butano, recuerdo que cuando salí de casa una señora me dijo: «habrá usted dormido tranquilo». Era un elemento de presión y de cercanía. Yo creo que desgraciadamente se ha perdido un cierto nivel de cercanía, y eso es grave. Se han mejorado algunas cosas, pero sí tenemos un problema, y es el de la cercanía. Además, habría que intentar que gente nueva viniera a la política desde el ámbito privado. Gente conocida en los ámbitos profesionales ordinarios. Pero no es fácil porque los estímulos son pocos, empezando por los sueldos, que comparativamente con otras profesiones son bajos, y los sinsabores son importantes. Lo que creo que es malo es que los políticos solo vengan de la militancia interna. Además, tiramos oleadas de responsables públicos por la borda y ese aprendizaje no lo recuperamos. A veces el paso por lo público va demasiado rápido y eso es malo porque la experiencia es un grado.

- ¿Coincide con Felipe González en que el PSOE ha perdido su vocación mayoritaria?

-No quiero hablar de partidos. Me sigue interesando la política real, lo que son los problemas de la sociedad, pero no estoy en la política partidista, y en eso no quiero entrar. Estoy fuera de ese mundo.

-Nació en Fuentesaúco (Zamora), ¿conserva lazos con su tierra?

-Sí, claro, voy menos pero siempre visito mi tierra, sobre todo Zamora, Salamanca o León.

- ¿Cómo ha cambiado Castilla y León en estos 30 años?

-Mucho, era una región con un peso agrario tremendo y hoy queda la cuarta parte de ocupados de cuando yo llegué. No tiene nada que ver. Muchos pueblos han dejado de ser agrícolas y han pasado a los servicios o la construcción. La incorporación de la mujer ha sido muy importante y han mejorado enormemente las infraestructuras, hasta el punto de que creo que es una región bastante articulada desde el punto de vista de las comunicaciones. Cuando llegamos había mucho desempleo agrícola, muy fuerte, eran meses y meses sin trabajar, por eso inventamos el empleo comunitario, como la limpieza de montes. Castilla y León ha incrementado la exportación y ya es una economía que pesa en el mercado interior y en el exterior. La crisis nos pilla a todos y a Castilla y León como a los demás, pero independientemente de ello ha cambiado la población, la formación, las infraestructuras y la incorporación de la mujer.

-Sin embargo, sigue sufriendo el problema de la despoblación.

-Sí, ahora mismo es su principal problema. Hay que hacer un esfuerzo por articular actividades en torno a las cabeceras de comarca. Suprimir actividades no contribuye a mantener vivo el mundo rural. No se pueden cortar los fondos de la Ley de Desarrollo Rural, como ha sucedido estos dos últimos años en un 80 por ciento. Por ejemplo, Castilla y León tiene muchas posibilidades turísticas, por su patrimonio y medio natural, pero no adelantamos nada con cerrar paradores, porque en muchos sitios son un buque insignia que genera otras actividades. También hay aprobado un apeadero del AVE en Puebla de Sanabria, que es básico para la comarca y en el que ya se ha gastado un dinero, no tiene sentido suprimirlo ahora, cuando tiene un coste muy pequeño. Hay que hacer pequeñas cosas y mantener servicios.

-En casi todo este tiempo en la Comunidad siempre ha gobernado el PP. ¿Por qué cree que nunca se ha producido un vuelco en las urnas?

-Se debe a varias cosas: es una población muy resignada, conformista y respetuosa, lo que ayuda al Gobierno de turno. Por otro lado, algunos defectos tienen que tener otros partidos que no han sido capaces de generar un atractivo suficiente entre la población para que cambie esa intención de voto. Por ejemplo, creo que es malo cambiar de candidatos constantemente en Castilla y León, porque no permite fijar referentes estables, y ya digo de más. He visto alcaldes que han perdido, han aguantado en la oposición y han vuelto a ganar. La gente tiene que acostumbrarse a tener referentes, incluso en la oposición.

-Durante su etapa de ministro España entró en la UE y se negoció por primera vez la Política Agraria Común, que ahora se encuentra en pleno proceso de reforma. ¿Cree que España conseguirá salir bien parada en los próximos años? ¿Cuál será el futuro de la PAC?