EL PIÑERO: Sencillamente, fabuloso.

Premio "El Semillero Azul", 1997
San Juan Despi (Barcelona)

TORO

Surges de entre las lomas y hasta la tierra tiembla.
Por la dehesa expandes el vaho que tus ijares
exudan bajo el sol en la brava carrera
que emprendes tras tu sombra o cuando los ardores
del amor te sacuden y saltas las acequias
tras los ojos hermosos de tu dama. La luna
en la noche te acecha -toda blanca de carne-
mientras tú vas soñando cósmicas sinfonías
que emiten las esferas. Allá, por los alcores
-fabulación de piedra- vas sembrando la alfombra
de tus constelaciones bajo estrellas de punta
como hilillos de aljófar que en tu frente rielan.

Salón de musgo y luna, te requiebra la noche
y al eco de su voz tu morrillo retiembla
y vuelves a soñarte eral en tus retozos,
ya pastando esmeraldas, ya espantándote moscas
en los abrevaderos o en la escarpada sierra.
Recuerdo que bajaban paisajes tus pupilas
cuando al corral llegabas tras de tus correteos;
que cortabas el aire, atento siempre al silbo
del mayoral, centauro del cerro y la llanura.
¡Y cuánto me gustaba rascarte el gran lucero
entronado en tu frente! Ahora, sé que te quieren
bajo el sol, en el coso, donde el albero borda
un lecho de azucenas o luz para tus patas,
donde el clarín convoca al silencio y la tarde
para que tú te muestres igual que una centella,
rodeando cinturas, persiguiendo colores
y capotes ligeros, igual que mariposas,
que prendidos al aire el mirar te embelesan.

En tu carne se aloja la inocencia del mundo,
el equilibrio cobra sentido en tu cabeza.
Impaciente ya aguardas en el toril, atento,
esperando la voz que pronuncie tu nombre,
y será tu arrancada un temblor de palomas
que abrirá más las rosas. Tu corazón erguido
encenderá los aires de pájaros en duelo.
¡Cuánto ardor, cuánta urgencia! Hombre y toro se adornan
en unas revoleras: corazones colgados,
hipérboles de sangre galopando las venas,
y la tarde de fondo -inmenso abrazo- ciñe
el pequeño remanso que entre tus ojos tiembla.
Olés. Cinco rehiletes que al aire cabecean.

¡Cómo me duelen, toro, los rojos borbollones
de tu sangre encendida, sueltos igual que ríos
por esa geografía rizada de tu piel!
Yo te quiero en la sierra cortándole las ramas
al viento que te invoca con cadenciosa voz.
Yo te quiero embistiendo al toro que pretende
humillar tu cabeza o derrotando sombra
cuando el sol se te cuela por el lomo bruñido.

Ya estás rodando, toro. ¡Qué estertor, qué agonía...!
El azul se desliza para besarte el rastro
carmín de tus heridas. Ya te ha hincado la muerte
sus rejones de sombra. No hay ternura que entorne
tu vidriosa pupila ni sudario que albergue
tu candor. Se traspone la luz por el otero.
La brisa trae quejumbre y soledad de alcores,
y la luna, encelada, lame un bulto de nardo
que se enciende en la noche totémica de estrellas.

De mi amiga poeta CARMEN RUBIO LÓPEZ, una de las poetas más premiadas de España.

Sencillamente, fabuloso.