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CUELGAMURES: O. C. En Cuelgamures, el paso del tiempo se mide ajeno...

O. C. En Cuelgamures, el paso del tiempo se mide ajeno al reloj de la capital. Como muestra, un botón. El alcalde, José Bartolomé, acaba de cumplir treinta años en el sillón municipal, y se lo toma con calma. El mismo reconoce que, si le hace caso a sus vecinos –los mismos que le acaban de rendir homenaje a través de una placa que luce en el coqueto Consistorio de la localidad– le quedan unos cuantos años al frente de la política municipal.
Y eso que la actividad en el Ayuntamiento es más bien escasa. La que requiere un municipio de Tierra del Vino que apenas sobrepasa el centenar de habitantes. La población, año tras año, decrece, pero a escala de su volumen demográfico. «El último año se han ido cinco personas», comentan varias vecinas mientras se encuentran en plena tarea de trenzado de las ristras de ajo que llevarán a las fiestas de San Pedro para vender en la Feria tradicional.
Entretanto y al margen del cultivo con éxito de los ajos que vienen de recolectar, Cuelgamures es un pueblo eminentemente agrícola y, un poco menos, ganadero. La remolacha y los cereales completan los cultivos, que este año han tenido suerte dispar en las respectivas cosechas.
Porque, aunque Cuelgamures, fue un pueblo vinatero, ocurrió como en otros pueblos vecinos, que los propietarios arrancaron las viñas por su falta de rentabilidad, a pesar de que el vino también se fabricaba para el consumo familiar. Como legado de aquellos tiempos, resulta que la localidad del Vino se encuentra absolutamente horadado por numerosas bodegas, algunas de las cuales figuran hoy derruidas por el paso del tiempo y la falta de uso.
Conscientes del pequeño tamaño del municipio, de la relativa lejanía de los servicios principales y de la falta de dinamismo económico de la zona, en Cuelgamures se lo siguen tomando con calma. El propio alcalde, José Bartolomé García, se lo sigue tomando con calma. «Tenemos lo más principal», en referencia a los servicios del pueblo. Alude al sistema de cloración del agua, que ya han subsanado. Aunque no deja de lado una actuación urgente que necesita el pueblo. Es la carretera, cuyo tramo de travesía por la localidad necesita un asfaltado en condiciones. Por lo demás, y a pesar de todo, no ponen mayores pegas a la vida diaria.
Si acaso, José Bartolomé reconoce la avanzada edad de la mayor parte de los vecinos del pueblo, algo habitual en la provincia zamorana. Como remedio, la construcción de un centro de día o de una residencia para mayores. En ello, trabaja el alcalde, pero argumenta un segundo problema. «Las residencias más cercanas son las de Argujillo y Peleas de Abajo, pero ocurre que los mayores apenas tienen medios para vivir con normalidad, como para afrontar lo costoso que es ingresar en una residencia de este tipo», argumenta.
En otro orden de cosas, la paradoja para Cuelgamures viene de la reciente inauguración de la Autovía de la Plata entre Zamora y Salamanca. La nueva infraestructura deja a los vecinos a apenas veinte minutos de ambas capitales, circunstancia de privilegio que en poco o en nada, de momento, beneficia a Cuelgamures. Haciendo caso a aquello de «estamos cerca de ningún sitio», el municipio sigue a su ritmo el constante deterioro de las zonas rurales, cada vez más olvidadas y apartadas de la civilización. Y a pesar de ello, en Cuelgamures tienen otro reloj para mirar al presente y al futuro. Es el reloj de la calma.