UNA HISTORIA MEDIEVAL//1.291) DE NUESTRAS TIERRAS DE CAMPOS CUANDO SEÑORES FEUDALES, CABILDO Y TEMPLARIOS EN EL REINO DE LEÒN DISCUTÌAN A QUIÈN TENDÌA QUE PAGAR SUS TRIBUTOS LOS VASALLOS. DICE LA LEYENDA QUE NO SIEMPRE SE DIRIMIÒ ESTA DISPUTA AMIGABLEMENTE SI NO QUE ALGUNAS VECES LLEGARON A RELUCIR //ESPADAS. PUÑALES Y GARROTES// QUEDANDO MUCHOS MALHERIDOS. EN ESA ÈPOCA LOS VASALLOS//EL SUFRIDO PUEBLO DE SIEMPRE DE ANTES Y DE AHORA/// TENÌAN QUE PAGAR HASTA DOS VECES ESE TRIBUTO DE HABER NACIDO VASALLO""POBRE""--COMO AHORA. Y ANTE ESTA DISPUTAS APARECIERON LOS SALVADORES QUE PRESUMIAN DE SER UNOS ""MONJESS"" (NO EL COLETAS, PERO PARECIDO). DEFENDIENDO LOS DERECHOS DE LOS VASALLOS (ESTO SE REPITE EN ESTOS DIAS). Y COMO SIEMPRE CUANDO LLEGÒ LA ÈPOCA DE LA RECAUDACIÒN COBRÒ EL MÀS LISTOS (COMO SIEMPRE) I AHÌ LLEGÒ LA DISPUTA A GARROTAZOS LIMPIO SE DILUCIDÒ LA CONTIENDA Y AHÌ VIENE LA LEYENDA::::://////En los lugares en que cayó sangre templaria, han crecido flores rojas: las amapolas. En donde lo hizo sangre leonesa, blancas margaritas. Y allí conviven ambas, en el único lugar del mundo donde esto ocurre, para recordar el día en que ambos bandos sellaron un acuerdo que trajo paz y prosperidad a la comarca./////
PÀGINA 1ªMARGARITAS Y AMAPOLAS
9 de Junio de 2013 Intercatiensis (C)
Publicado en el Agora de Villanueva del Campo. Copyrigh
Las tierras de Paiares, pertenecían a la encomienda templaria de Ceinos, pero se dio el caso, en el año 1291, que sus habitantes eran vasallos del Cabildo de León, por lo que se promovió un pleito entre dicho Cabildo y los Templarios sobre cuál de los dos estamentos tendría que recibir el diezmo de los campesinos. La cuestión se resolvió de forma salomónica, recibiendo el Temple y el Cabildo leonés aquel impuesto a partes iguales.
Este problema económico había ocasionado enfrentamientos entre población, caballeros templarios y representantes leoneses que no siempre se dirimieron pacíficamente. Más de una vez llegaron a relucir espadas, puñales y garrotes, y más de un batallador defensor de sus presuntos derechos sufrió graves consecuencias de estos apaleamientos.
La cosa fue en algunos momentos de la historia verdaderamente grave. Las dos partes en litigio querían hacer valer sus derechos, y así ocurría que cuando el Temple cobraba a sus campesinos el diezmo de la añada correspondiente, al poco eran los leoneses los que por la fuerza repetían la acción, y así, los pobres vasallos, sin comerlo ni beberlo, y nunca mejor aplicado el símil que de hambre sucumbían ante tanto impuesto, pagaban doble soldada a sus dos señores superpuestos. Y no se crea que la cuestión no ocurría al revés. Si el primer cobrador era leonés, el segundo lo era templario. El resultado para el pagador, el mismo: año de miseria.
En el siglo XIII los conceptos de vasallaje y sometimiento del campesinado a los señores naturales de sus tierras era un concepto social asumido totalmente. La obligación del pago del diezmo a cambio de tierras que labrar y soldados que les defendieran era cosa asumida por el trabajador. Cada orden social, en esa época, estaba en su sitio y cada sector asumía su papel automáticamente.
Sin embargo a mediados de dicho siglo, allá por los años de 1260, ciertas voces discordantes se alzaron desde el seno de la propia Iglesia y doctrinas, que enseguida fueron consideradas como heréticas, trataron de defender con vigor desde el campo de la religión los derechos de los más humildes, tratando, a la vez, de suprimir los abusos que en algunas circunstancias, y siempre por la fuerza, eran ejercidos contra ellos.
Así llegaron a Paiares unos monjes venidos de no se sabía dónde, que empezaron a predicar su mensaje por plaza y calles, afirmando la igualdad total de los hombres, el sometimiento del poder eclesial a los valores morales de los hombres y la desvinculación de los poderes terrenales de todo lo que moralmente no fuera justo. Tales mensajes, sembrados entre una población empobrecida por la doble imposición forzada por las circunstancias de las que eran ajenos, condenados a la hambruna permanente y sin posibilidad de defenderse de tal injusticia por la obediencia debida a unos como señores feudales y a otros como vasallos eclesiásticos, calaron rápidamente y pronto se estableció un movimiento, primero dialéctico y luego de acción, contra los opresores económicos, desmitificados por los razonamientos monjiles.
Sembrada la semilla y comprobado que había caído en tierra de buena calidad y mejor abono, los monjes desaparecieron igual que llegaron, sin saber a dónde ni por dónde. Pero la revuelta estaba servida y, aunque momentáneamente larvada, pronto fructificaría de forma visible.
Cuando al siguiente año, se cuenta que en 1263, llegó la época de la recaudación, primero cobró el más listo de los señores, y luego, al poco, lo pretendió el segundo. El pueblo, que recordaba perfectamente las prédicas recibidas y, que en consecuencia, se sentía moralmente protegido en su derecho a no pagar doble por sencillo, decidió acabar con tal situación y, al menos, conseguir por un año poder comer.
Así que, dirigidos por uno de ellos, no importa cuál, se reunieron en cónclave civil y después de largas discusiones decidieron actuar en defensa de sus cosechas y dineros. Acordaron reunir a sus señores aprovechando la fiesta patronal, hondamente respetada por todos. Cursaron las correspondientes llamadas a las partes y consiguieron que el día del patrono, frente a la ermita de su santo, se reunieran templarios y leoneses junto a las fuerzas vivas campesinas. Allí, cuando todos esperaban una ceremonia religiosa, tal como la tradición mandaba, el cabecilla de los campesinos habló así:
PÀGINA 1ªMARGARITAS Y AMAPOLAS
9 de Junio de 2013 Intercatiensis (C)
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Las tierras de Paiares, pertenecían a la encomienda templaria de Ceinos, pero se dio el caso, en el año 1291, que sus habitantes eran vasallos del Cabildo de León, por lo que se promovió un pleito entre dicho Cabildo y los Templarios sobre cuál de los dos estamentos tendría que recibir el diezmo de los campesinos. La cuestión se resolvió de forma salomónica, recibiendo el Temple y el Cabildo leonés aquel impuesto a partes iguales.
Este problema económico había ocasionado enfrentamientos entre población, caballeros templarios y representantes leoneses que no siempre se dirimieron pacíficamente. Más de una vez llegaron a relucir espadas, puñales y garrotes, y más de un batallador defensor de sus presuntos derechos sufrió graves consecuencias de estos apaleamientos.
La cosa fue en algunos momentos de la historia verdaderamente grave. Las dos partes en litigio querían hacer valer sus derechos, y así ocurría que cuando el Temple cobraba a sus campesinos el diezmo de la añada correspondiente, al poco eran los leoneses los que por la fuerza repetían la acción, y así, los pobres vasallos, sin comerlo ni beberlo, y nunca mejor aplicado el símil que de hambre sucumbían ante tanto impuesto, pagaban doble soldada a sus dos señores superpuestos. Y no se crea que la cuestión no ocurría al revés. Si el primer cobrador era leonés, el segundo lo era templario. El resultado para el pagador, el mismo: año de miseria.
En el siglo XIII los conceptos de vasallaje y sometimiento del campesinado a los señores naturales de sus tierras era un concepto social asumido totalmente. La obligación del pago del diezmo a cambio de tierras que labrar y soldados que les defendieran era cosa asumida por el trabajador. Cada orden social, en esa época, estaba en su sitio y cada sector asumía su papel automáticamente.
Sin embargo a mediados de dicho siglo, allá por los años de 1260, ciertas voces discordantes se alzaron desde el seno de la propia Iglesia y doctrinas, que enseguida fueron consideradas como heréticas, trataron de defender con vigor desde el campo de la religión los derechos de los más humildes, tratando, a la vez, de suprimir los abusos que en algunas circunstancias, y siempre por la fuerza, eran ejercidos contra ellos.
Así llegaron a Paiares unos monjes venidos de no se sabía dónde, que empezaron a predicar su mensaje por plaza y calles, afirmando la igualdad total de los hombres, el sometimiento del poder eclesial a los valores morales de los hombres y la desvinculación de los poderes terrenales de todo lo que moralmente no fuera justo. Tales mensajes, sembrados entre una población empobrecida por la doble imposición forzada por las circunstancias de las que eran ajenos, condenados a la hambruna permanente y sin posibilidad de defenderse de tal injusticia por la obediencia debida a unos como señores feudales y a otros como vasallos eclesiásticos, calaron rápidamente y pronto se estableció un movimiento, primero dialéctico y luego de acción, contra los opresores económicos, desmitificados por los razonamientos monjiles.
Sembrada la semilla y comprobado que había caído en tierra de buena calidad y mejor abono, los monjes desaparecieron igual que llegaron, sin saber a dónde ni por dónde. Pero la revuelta estaba servida y, aunque momentáneamente larvada, pronto fructificaría de forma visible.
Cuando al siguiente año, se cuenta que en 1263, llegó la época de la recaudación, primero cobró el más listo de los señores, y luego, al poco, lo pretendió el segundo. El pueblo, que recordaba perfectamente las prédicas recibidas y, que en consecuencia, se sentía moralmente protegido en su derecho a no pagar doble por sencillo, decidió acabar con tal situación y, al menos, conseguir por un año poder comer.
Así que, dirigidos por uno de ellos, no importa cuál, se reunieron en cónclave civil y después de largas discusiones decidieron actuar en defensa de sus cosechas y dineros. Acordaron reunir a sus señores aprovechando la fiesta patronal, hondamente respetada por todos. Cursaron las correspondientes llamadas a las partes y consiguieron que el día del patrono, frente a la ermita de su santo, se reunieran templarios y leoneses junto a las fuerzas vivas campesinas. Allí, cuando todos esperaban una ceremonia religiosa, tal como la tradición mandaba, el cabecilla de los campesinos habló así: