LA SECA: CON LAS HERRADURAS NUEVAS...

CON LAS HERRADURAS NUEVAS
En el año de 1902, aquel joven lasecano, se dispuso a ir a comprarse un traje en Valladolid, y sin tener demasiado en cuenta, aquel viaje, que entonces en caballerías, resultaba penoso y largo. Pero animado por sus amigos de la Villa, aquel sábado de principios de mayo, decidido y con su burro “Gallardo”, madrugando, para poder llegar a la ciudad lo más temprano posible. Saliendo de La Seca, sobre las tres de la madrugada, y llegando al pueblo de Serrada, como una hora o algo más de tiempo, sin encontrarse con nadie en el camino, tan solo su burro y el sobre la albarda sentado, y a la vez tapado con una manta zamorana, para evitar el relente de aquella fresca mañana. Continuando el camino, llego a Villanueva de Duero, donde dio de beber a su burro en una especia de pila grande o pilón. Para seguir camino hacia Puente Duero, donde ya la luz del día se dejaba notar, y se empezaban a divisar los pinares de dicha tierra, sin tener demasiados problemas. Cruzando el Puente del Duero, de dicha localidad, llevaba el burro con una cadena para sujetarle, y que no se asustara en tan bonito lugar, cosa que “Gallardo” parecía tener aquellos terrenos como si fueran por el asno recordados. El camino hasta Valladolid, era todavía largo, más de 10, kilómetros le separaban, y el burro, parecía estar algo cansado, pero a base de animarle al animal, continuo su camino, hasta la ciudad del Pisuerga, donde encontró una posada, con su cuadra y bebedero, y así sin estar la mañana agotada, se dirigió, hasta la casa del sastre, que parecía ser algo familia del joven lasecano. Allí tomándole las medidas de su cuerpo, y eligiendo el color de dicha tela, concluyeron su trato económico, y la forma de mandarle dicho traje a su Villa. El joven una vez hecho su encargo, decidió darse una pequeña vuelta por el Centro de la Capital, recorriendo la Plaza Mayor, y su calle de Santiago, y comiendo en una Bodeguilla Cigaleña. Donde conoció a gentes de poblaciones de la provincia de Valladolid. Sobre las cinco de la tarde, llegó a la posada del Paseo de Zorrilla, iniciando el camino del retorno, que se volvió más pesado que el de ir hacia Valladolid. En aquellos tiempos, las marimantas andaban por las noches, y la poca luz que existía en los pueblos, eran lugares donde algún listo, se aprovechaba de los miedosos. El joven aquel que no sentía demasiado miedo, entre Villanueva y Serrada, dos marimantas le salieron al camino, quizá con idea de robarle, pero aquel joven prevenido, llevaba en sus alforjas un hacha, de tamaño bastante grande, y sin pensarlo dos veces, tirándose desde el burro al suelo, con su hacha de la mano, les hizo frente, y los marimantas con sus sabanas envueltas al cuerpo, retrocedieron al ver que el joven tenía idea de aniquilarlos a los dos. No les quedo más solución a los marimantas, que volver de nuevo a sus pinares, y esperar otro viajero más descuidado y cobarde. El joven con su burro “Gallardo”, llegó a La Seca sobre las dos de la madrugada. Sus padres y hermanos más pequeños, le esperaban con ansiedad, los 32, kilómetros de ida y los mismos de vuelta, fueron una lección de valentía, en aquellos años donde la seguridad por las noches a campo abierto, se resolvía con hachas, pinchos, hoces y algún revolver, que muchas personas las tenían miedo. Ya que en aquellos años la emigración, en la zona de Castilla la Vieja, era la única salida a un futuro algo mejor. Aquellos viajes en carros, burros, caballerías, eran el pan de cada día, y en los lugares donde el tren no había llegado, fueron los burros, los que hicieron esos caminos incluso por las noches. G X Cantalapiedra.