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LA SECA: CUANDO LOS GATOS SE SUBIAN POR LOS TEJADOS...

CUANDO LOS GATOS SE SUBIAN POR LOS TEJADOS
En aquellos temidos años, de la posguerra española, cuando apenas se había terminado el racionamiento, y los niños jugábamos con pelotas de trapo, y nuestra principal meta, era poder oír la radio, para enterarnos como iba el Valladolid en la liga de futbol, y en los meses de mayo y julio, estar al corriente de cómo funcionaba la Vuelta ciclista a España, y el Tour de Francia. Nuestros ídolos de entonces, era Jesús Loroño o Federico Martín Bahamontes, cada tarde noche, escuchábamos a los cronistas deportivos, para saber cómo se desarrollaban aquellas etapas tan duras, además con Miguel Poblet, ganaba las etapas al esprit, siendo ganador en diferentes metas, en las etapas donde corría. Eran tiempos de esperanzas, del luchar día a día, para poder abrirse camino en la vida, los sueldos eran pequeños, y las familias obreras, que entonces tenían la ayuda del subsidio familiar, caminaban siempre con las deudas a cuestas, los aparatos de radio, fueron un escape hacía la información y la música, y los niños o niñas, empezábamos a trabajar con muy poca edad, para poder ingresar algo de dinero a la semana, y así hacer la economía un poco más llevadera. Los gatos existían en todas las casas, y fueron varios los que acabaron en las cazuelas cocinados, los gatos más intrépidos y peleones, se paseaban por lo alto de las casas, y desde allí con sus bigotes tiesos, maullaban para dejarse ver por las gatas en celo, y sus soplos desafiantes, eran vistos por los chiquillos como si fueran asaltos de combate. Todo aquel ambiente de gallos, gallinas, gatos, perros, mulas, burros, cabras, y conejos, más algún cerdo cebando para poder alimentarse la familia, con sus chorizos jamones torreznos y morcillas, hicieron de aquellos niños, unos entendidos en ganadería, y muchas veces en darles de comer o beber, para que siguieran vivos. Sin dejar de ser los que limpiaban sus excrementos o cuadras, cuando salíamos de la escuela. Todo aquel mundo de economía agrícola, donde no se tiraba nada, y donde no existía el maldito plástico. Los niños y niñas no precisábamos mucho, para poder divertirnos, y en las noches que el tiempo era bueno, salíamos después de cenar, a la esquina de la calle, para escuchar relatos de los niños más mayores, que siempre eran de miedo, y cementerio. Sin olvidarnos de las brujas, que todas ellas tenían sus medios de podernos curar, manos dislocadas, huesos salidos de sitio, clavos en las manos, o sea verrugas, y demás cosas que entonces nos hacían ser más entendidos en las normas del cuerpo, sin olvidarnos de los majujes que las personas mayores preparaban para los constipados y dolores reumáticos. Todos los niños sabíamos que existían los arraclanes, lo mismo que las víboras, y sabíamos los refranes de muerte de aquellos animales, que vivían en nuestra tierra, eran duros y crudos, así decían. Si te pica un arraclán prepara la vela y el pan, signos de su peligro mortal, y el otro que así comentaba. Si el arraclán viera y la víbora oyera, no habría hombre que al campo saliera. Eran signos de muerte rápida, todos alguna vez los pudimos ver, sobre todo en terrenos arenosos, su fuerte uña y su veneno, eran mortal, si no se acudía a poner el contraveneno en el consultorio médico. Te decían los mayores, machacarlo contra la herramienta que llevéis, y lo ponéis en donde os haya picado. Siempre tardara un poco más el veneno en hacer su mal efecto. Era el resultado de la comunicación de tus mayores, para poder evitar los peligros, y las víboras que en el verano solían verse con el calor, te recomendaban si llevabas la hoz en la mano, el cortarlas por el medio, para que no te atacaran, su gesto era el de ponerse de manos, y silbar al tiempo. Aquellos años de formación en el campo agrícola, a mucha gente no nos sirvió de nada, pero siempre guardamos los consejos que de niño aprendimos en aquella escuela de la calle. Y sus medidas métricas, y kilos en fanega, según el cereal. G X Cantalapiedra.