LA SECA: CERCA DE LA CUEVA DEL TÍO VILO...

CERCA DE LA CUEVA DEL TÍO VILO
En aquella fría mañana, del mes de diciembre, de mil novecientos ochenta y dos, un joven con su motocicleta, se decidía ir a podar unas cepas, que le habían quedado días atrás, sin terminar de podar, el termino estaba a un kilometro y medio del río Duero. Muy cerca a tan solo unos metros de la Cueva del Tío Vilo, aquella mañana fría, no tardo mucho en acercarse la niebla, y perder de vista todo lo que estuviera a mas de cien metros, El joven sin apenas descanso, y sin asustarle la niebla que allí es muy corriente, se dedicaba a cortar los sarmientos de las cepas verdejas, dejando tras de sí, su trabajo efectuado. Más al darse la vuelta en una cepa, vio cómo un bulto vestido de algo raro, se acercaba hacia él, no era un ser humano, ni un toro, que a veces por allí se escapan de su dehesa. Entre la niebla cerrada, se dio cuenta que aquel ser extraño, venia en su dirección, y sin pensarlo demasiado, salió corriendo hasta donde tenía su motocicleta, que arranco cómo un rayo, saliendo por aquel camino de tierra y arena, a toda velocidad, sin dejar de mirar hacia atrás, por su espejo retrovisor, al tiempo que no solo era un ser, sí no que varios seres casi del color de la niebla le seguían, su vuelta a casa fue temerosa, sin dejar de acelerar, y sintiendo el miedo en el cuerpo, sin además no encontrar a nadie en todo su recorrido, al llegar a su pueblo, se dirigió al ayuntamiento, para contar su episodio en el viñedo. Cosa que parece que nadie le tomo en cuenta, la gente en su localidad seguía su vida normalmente, y su historia paso a ser un cuento de la niebla densa que suele tener el Río Duero. Aunque pasados algunos meses, parece que cerca de allí donde él joven, se encontraba podando viñas, un obrero de la dehesa de los toros, se encontró de frente, con unos seres cómo el joven, había comentado, con un cuerpo raro, y vestidos cómo de plástico blanco, que intentaron acercarse a este obrero, que al verse cercado por ellos, se introdujo entre los toros bravos, para evitar el contacto con ellos. Los seres extraños, fueron observados por los toros, y parece que los toros, les hicieron frente, dejando de comer y levantando sus cuernos, con intención de atacarles, El hombre aquel, espero en silencio que se alejaran, sin hablar siquiera a los animales, que él les daba de comer y beber, y que le respetaban cómo sí fueran corderos, Parece ser según el hombre aquel, comento a los forestales, que al ver esos seres que les hacían frente los toros, recularon y se alejaron entre la densa niebla del Duero, Al enterarse el joven de que existía un hombre que les había visto igual que él, se decidió ir hablar con el obrero de la dehesa para conocer su visión. El obrero solo le comento, esos no eran humanos, además soltaban cierto olor desagradable, cómo sí fuera azufre, el joven le conto su experiencia el día de su encuentro con ellos, que debió de ser el mismo día que el del obrero de la dehesa, ya que no existe apenas distancia entre los dos lugares. Los forestales de aquella zona, revisaron incluso la Cueva del tío Vilo, y solo encontraron unas huellas raras, parecidas a los caballos, pero un poco más alargadas. Sin poder aclarar de que animal eran. Poco a poco la noticia se empezó abrir camino, y en aquella zona de viñedos, donde las nieblas en el invierno, pueden durar hasta una semana sin levantarse, es muy fácil el estar camuflado, cualquier ser extraño, entre aquellos desniveles de las orillas del río Duero. Donde parece ser, que en la época de nieblas, nadie quiere estar por allí, y la poda y las faenas agrícolas, se realizan en días claros y sin niebla, para evitar encuentros nada amables, El Tío Vilo, solo ocupaba su Cueva, en los meses de abril a octubre, y su mayor ocupación fue el de cazar conejos y liebres, que vendería en los pueblos de alrededor de su Cueva. En aquellos años de finales del siglo diecinueve, cuando la población vivía muchas más horas en el campo, y su conocimiento del terreno era total. Años más tarde, se monto una vivienda de personas hippies, que se acoplaron a vivir al lado de dicha Cueva, sin conocer esta historia de seres extraños, que en un día de niebla, sembraron de miedo y terror a algunas personas. G X Cantalapiedra.