No llegó con un pan, él vino al mundo con una sonrisa debajo del brazo. Y en cuanto tuvo uso de razón izó en su ventana la bandera de la humildad, y convirtió su humanidad en el blasón permanente de su vida. Fue un hombre bueno, pero en el sentido bueno de la palabra bueno. Quiero decir que se alimentaba, y nos alimentaba, de esa bondad que nace en el alma. Una bondad que no necesita excesivos cuidados, a la que no hay que arrancarle hierbas ni rociarla con abono. La de Gildo era una bondad tan sincera ... (ver texto completo)