Cuando volví a la cocina encontré a Pablo agachado debajo de la mesa. Tenía la cabeza escondida entre las piernas y con las manos se tapaba los oídos. Le pregunté qué hacía, y me contestó que en el frigorífico había alguien. Lo abrí para demostrarle que eso era imposible. `Hace ruidos extraños y de vez en cuando dice que me va a tragar´. Lo susurró muy asustado y evitando mirar hacia él. Reconozco que hasta sentí un escalofrío recorriéndome la espalda. Cuando lo compré en el mercadillo de segunda ... (ver texto completo)