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DEZA: Ayer explique, que en estos tiempos actuales, se monta...

Ayer explique, que en estos tiempos actuales, se monta el Monumento en la capilla del Santo Cristo del Consuelo. Hacendosas mujeres del pueblo llevan a cabo una obra artesanal de mucho mérito. Lo podéis ver en la fotografía.

En tiempos pretéritos al empezar la Semana Santa había una actividad inusitada para montar el monumento a los pies del coro. El sacristán Emiliano, ayudado por su hijo, los monaguillos y otras personas voluntarias, empezaban a sacar barandillas, escaleras y lienzos de todos los rincones en donde se guardaban, (algunos de ellos en los bajos del cuartel viejo) y todo, convenientemente ensamblado, daba como resultado un gran monumento. Un monumento en el que no faltaban detalle pues incluso se adornaba con las imágenes sueltas de todos los demás altares y con dos enormes angelotes con sus porta-hachas, que no es otra cosa que un lugar en donde se coloca un cirio de grueso calibre que da luz durante muchas horas seguidas.
Los lienzos eran enormes cuadros pintados y enmarcados que hacían de paredes y servían de retablo y frontispicio. Quien sabe si eran lienzos pintados por un famoso pintor que se ha descubierto que era de Deza y que se llamaba Sebastián. No sé nada más excepto que algún experto ha buscado en nuestra iglesia cuadros de dicho pintor que vivió en el siglo dieciocho y que posiblemente fueran aquellos y otros que desaparecieron en tiempos no muy lejanos en los que se hizo “limpieza” de todo lo que se creía superfluo.
En medio del monumento se colocaba el sagrario, en el cual se guardaba a Jesús Sacramentado después de la Misa del Jueves Santo, permaneciendo en Exposición Eucarística hasta la ceremonia eclesial del Viernes Santo. La llave de la puertecilla la llevaría el sacerdote colgada al cuello mientras el Señor permaneciera “enterrado” y expuesto a la adoración del público devoto. Al igual que ahora, se hacían turnos de vela.
En la festividad del Jueves Santo tenía lugar el lavatorio de pies conmemorando de esta manera el relato que nos hace San Juan en el capítulo 13 de su evangelio y que tuvo lugar en la última Cena del Señor. Nos dice que mientras cenaban, Jesús se levantó de la mesa, se ciñó una toalla y después de echar agua en una palangana comenzó a lavar los pies de los discípulos y secárselos con la toalla que llevaba ceñida…
En Deza se escogían los hombres más ancianos y más pobres del pueblo. El sacerdote les lavaba y besaba los pies uno por uno. Era emocionante ver quitarse las medias calzas y las albarcas a aquellos venerables ancianos, los cuales la mayoría de ellos todavía vestían el calzón, como era preceptivo en los años cuarenta del siglo ya pasado.
En el año 2007, el sacerdote celebrante tuvo que lavar los pies a diez mujeres que se presentaron voluntarias al no haber ni un solo chico u hombre dispuestos a participar en dicha ceremonia.
Los Oficios Divinos del Jueves Santo y del Viernes Santo eran muy monótonos y pesados por la sencilla razón que se leían todos en latín con estrofas en griego. Hoy todavía son largos y aunque se redujeron mucho después del Concilio Vaticano II, continúan siendo muy extensos. A pesar de serlo, tienen la ventaja de que ahora todos entendemos lo que se dice, que es lo importante y no como antes que la gente vulgar nos quedábamos a tres velas.
El Viernes Santo se celebraba por la mañana el sermón de las siete palabras y desde el púlpito, el orador trataba de lucirse con conmovedoras frases escogidas de los textos de la pasión, de los cuatro evangelistas.
El Jueves Santo se dejaban de tocar todas las campanas y campanillas desde el principio de La Misa y permanecerían calladas hasta el Sábado de Gloría que de nuevo se echaban al vuelo al entonar el celebrante,” El Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad”. Al escuchar el bandeo la gente de la calle y los chicos, decíamos con gozo que había resucitado el Señor y que ya se podía cantar y gritar. Porque otra premisa importante es que no se podía cantar ni gritar mientras permaneciese Jesús expuesto en el Monumento, a partir de cuyo momento se consideraba que estaba muerto y enterrado en el Santo Sepulcro.
El toque de campanas era sustituido esos días por el lúgubre sonar de las matracas. Las matracas son unos instrumentos, no diré musicales puesto que su sonido es bronco y apagado, producido por aldabones golpeando sobre unos clavos incrustados en un rectángulo de madera gruesa, a la que se hace girar con un juego de muñecas.

Seguiremos.

Un abrazo.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Si miráis en el diccionario la palabra matraca, os dirá que es un instrumento musical idiófono. Os podréis enterar también que es una palabra árabe, que significa golpear en clavos. Y también que las hay de tamaño muy variado que va desde el compuesto por un clavo o aldabón hasta otros, como por ejemplo la que existe en la torre de la iglesia de San Pablo en Zaragoza, la cual aún se conserva; aunque en un estado muy deteriorado. Ésta máquina rudimentaria se hacía funcionar con un juego de poleas ... (ver texto completo)
Os recordaré a todos en la celebración eucarística de esta tarde/noche. Como voy a estar ocupado en lo que queda del día, me despido de vosotros, de todos mis amigos/as con un abrazo fraternal: Hoy que precisamente se celebra EL DÍA DEL AMOR FRATERNO.

Hasta mañana.