De chicos, una diversión nuestra consistía en "vulcar” el carro. Estos vehículos, generalmente se hacían servir cuatro días al año, como aquel que dice. Así que estaban estacionados en cualquier parte y muchas veces al aire libre. Nuestro entretenimiento consistía en burlar la vigilancia y montarnos encima tres o cuatro chicos balanceándolo una vez hacia adelante y otra hacia atrás, haciéndolo girar sobre su eje una y otra vez. Era una especie de timbatán. Al amo le sabía a demonios que hiciéramos aquello con su carro; pero ya buscábamos la ocasión propicia para no ser vistos. Cosas del diablo, que diría aquel.
Un abrazo.
Un abrazo.