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El Jabón de Aceite
Era frecuente que los molinos o almazaras hasta hace poco asociaran a la producción de aceite la de orujo o la fabricación de jabón. Pese a ello, este producto se elaboraba en las casas tanto para realizar la colada como para el aseo personal e incluso para la desinfección de heridas, mezclándose con cera de abeja para formar el "cerato", o para la belleza facial, cociéndose el aceite con colonia y esperma de ballena para formar el "croqué".

El método maravilla hoy en día a ambientalistas por cuanto supone no sólo el aprovechamiento y reciclaje del aceite usado, sino porque además se evitaba así que este producto tóxico se vertiera sin control a los cauces fluviales.

La receta del jabón es sencilla. Por cada tres litros de aceite de oliva usado en la cocina se añadía otros tantos de agua y medio kilo de sosa cáustica. En primer lugar se mezclaba poco a poco el agua y la sosa, que reaccionaba produciendo mucho calor. Al enfriar, se iba añadiendo progresivamente el aceite sin dejar de remover hasta que espesaba. Entonces se disponía en grandes bandejas de madera que hacían las veces de molde. Una vez endurecido, se cortaba dándole forma a la pastilla de jabón. En ocasiones se le añadía azulete para darle una tonalidad más atractiva al jabón.

Este trabajo estaba reservado especialmente a las mujeres. A principios de siglo no se derrochaba aceite tan a menudo. Las muchachas iban a la almazara a buscar en los desagües los turbios que se iban posando en la alberca, quedando en suspensión en el agua una sustancia grasienta que se "pescaba" con cazos de mimbre. Esta sustancia se cocía, desechándose los posos y aprovechándose entonces la suspensión restante: precisamente el jabón obtenido de estas sustancias era el más apreciado por su calidad, por encima incluso de la del obtenido del aceite limpio.
Aceite de oliva y cosmética