Apreciado amigo: Todos sabemos que en muchas de nuestras parroquias se celebran en estos días las Primeras Comuniones. Digo en muchas, porque en mi pueblo Deza este año no hay ninguna. Compáralo con 146 que hubo el cuatro de abril de 1943 en que la hice yo. Si es cierto, no me he equivocado.
Las comuniones no sólo son un momento especial de gracia para los niños, sino también para sus familias y para las comunidades parroquiales. Todos los cristianos compartimos el gozo y la alegría de este día.
Pero desde 1943 ha habido cambios; cambios en las familias, en la sociedad, en la educación y en los bienes de consumo y en el consumismo.
En aquellos tiempos, por inercia te veías envuelto en los acontecimientos que se celebraban anualmente y uno de ellos eran las primeras comuniones. Ya desde la escuela te enseñaban el catecismo y el sacerdote dirigía la catequesis, él directamente. No había otros catequistas.
Los padres, creo que apenas influían en nada pues tampoco estaban muy duchos en la materia; aunque el ejemplo de muchas de nuestras familias era ejemplar pues se sentía la creencia en Dios en nuestras casas y los domingos eran fiestas de celebración religiosa. El sacerdote era muy respetado generalmente. Creo que el carro iba más "engrasado" que ahora.
En cambio la bolsa estaba rota en la mayoría de nuestras casas y el fondo siempre vacío. No había para fastos.
Hoy en día, muchos padres creen que cumplen con su deber de educar a los hijos en la fe, únicamente con inscribirlos en un curso de catequesis por las tardes, semanalmente. Creo que no es lo correcto pues una buena preparación para la Primera Comunión debe empezar mucho antes.
La preparación para recibir a Jesús en la Eucaristía, empieza desde el momento en que los padres llevan al niño a la iglesia para ser bautizado. Ya la sola intención de los padres al bautizarlo, implica el deseo de que el pequeño pertenezca a la congregación de fieles.
Sin embargo, su pertenencia a la Iglesia no se llevará a cabo plenamente hasta que se una al Cuerpo Místico de Cristo a través del sacramento de la Eucaristía.
Poco a poco y a lo largo de la infancia, los padres deberían ser los encargados de preparar al niño para ese encuentro personal con Cristo a través de los actos cotidianos: la convivencia en familia, el interés por el bien de los demás, la preocupación por las necesidades ajenas, la oración en familia al inicio y al final del día, la bendición de los alimentos, la asistencia a la misa dominical, las visitas a los abuelos, el trato con los amigos y el cumplimiento fiel de las obligaciones diarias con el consecuente desarrollo de las virtudes cristianas: la caridad, el respeto, la paciencia, la ternura, la comprensión y la obediencia. Demasiado pedir… ¿No crees? En cada una de estas actividades, el niño se iría dando cuenta de que forma parte de una gran familia que es la Iglesia, en la cual todos somos importantes y todos necesitamos de los demás. Esta preparación es la más importante, pues el niño captaría entonces fácilmente el significado de unión de los cristianos en la Eucaristía si ha visto desde pequeño la manera como lo viven sus padres en la vida diaria. Pero…
No obstante en la mayoría de los nuevos hogares no suelen darse ninguna de estas circunstancias que he enumerado y el niño muchas veces cuando viene a catequesis es la primera vez que ve una iglesia por dentro. Y pregunta incluso quien es "ese" que está clavado allá arriba... Sus padres no tienen un crucifijo en casa. Y todo lo que escucha es nuevo para él. Por lo general viene sin haber oído nada de Dios.
Con este panorama es difícil comprender por qué los padres envían a sus hijos a la catequesis y por qué el deseo de que sus hijos hagan la primera comunión, con los sacrificios que comporta el llevarlos al centro, ambos están trabajando muchas veces lejos; cuando tienen que echar mano de los abuelos, de la chacha…
Pues eso; a pesar de todo los niños de la mayoría de los hogares, vienen a catequesis, por convicción o por lo que sea. Sin duda habrá que analizar caso por caso y casa por casa y llegaremos a un sinfín de conclusiones de todo tipo que sin duda encontraremos contradictorias a nuestras ideologías, por extravagantes, por costosas, por superfluas…Muy cierto y muy real.
Pero te tengo que hacer constar, amigo de mi amigo Contreras, (por lo tanto mi amigo) que nosotros los catequistas no las inculcamos, ni las deseamos pues van en contra de nuestros consejos y enseñanzas. Al contrario: Para que el niño saque el mejor provecho del sacramento, la Iglesia ha establecido, como requisito para hacer la primera comunión, que el niño conozca las verdades fundamentales de la fe católica, las leyes de Dios y de la Iglesia, las oraciones básicas del creyente y el significado de los sacramentos. Esto es lo que el niño estudia y aprende en las clases de catecismo, que duran aproximadamente dos años en mi parroquia; pero como decíamos, la preparación para la primera comunión empieza muchos años antes de que el niño asista a uno de estos cursos.
El tema es infinito…
Un abrazo
Las comuniones no sólo son un momento especial de gracia para los niños, sino también para sus familias y para las comunidades parroquiales. Todos los cristianos compartimos el gozo y la alegría de este día.
Pero desde 1943 ha habido cambios; cambios en las familias, en la sociedad, en la educación y en los bienes de consumo y en el consumismo.
En aquellos tiempos, por inercia te veías envuelto en los acontecimientos que se celebraban anualmente y uno de ellos eran las primeras comuniones. Ya desde la escuela te enseñaban el catecismo y el sacerdote dirigía la catequesis, él directamente. No había otros catequistas.
Los padres, creo que apenas influían en nada pues tampoco estaban muy duchos en la materia; aunque el ejemplo de muchas de nuestras familias era ejemplar pues se sentía la creencia en Dios en nuestras casas y los domingos eran fiestas de celebración religiosa. El sacerdote era muy respetado generalmente. Creo que el carro iba más "engrasado" que ahora.
En cambio la bolsa estaba rota en la mayoría de nuestras casas y el fondo siempre vacío. No había para fastos.
Hoy en día, muchos padres creen que cumplen con su deber de educar a los hijos en la fe, únicamente con inscribirlos en un curso de catequesis por las tardes, semanalmente. Creo que no es lo correcto pues una buena preparación para la Primera Comunión debe empezar mucho antes.
La preparación para recibir a Jesús en la Eucaristía, empieza desde el momento en que los padres llevan al niño a la iglesia para ser bautizado. Ya la sola intención de los padres al bautizarlo, implica el deseo de que el pequeño pertenezca a la congregación de fieles.
Sin embargo, su pertenencia a la Iglesia no se llevará a cabo plenamente hasta que se una al Cuerpo Místico de Cristo a través del sacramento de la Eucaristía.
Poco a poco y a lo largo de la infancia, los padres deberían ser los encargados de preparar al niño para ese encuentro personal con Cristo a través de los actos cotidianos: la convivencia en familia, el interés por el bien de los demás, la preocupación por las necesidades ajenas, la oración en familia al inicio y al final del día, la bendición de los alimentos, la asistencia a la misa dominical, las visitas a los abuelos, el trato con los amigos y el cumplimiento fiel de las obligaciones diarias con el consecuente desarrollo de las virtudes cristianas: la caridad, el respeto, la paciencia, la ternura, la comprensión y la obediencia. Demasiado pedir… ¿No crees? En cada una de estas actividades, el niño se iría dando cuenta de que forma parte de una gran familia que es la Iglesia, en la cual todos somos importantes y todos necesitamos de los demás. Esta preparación es la más importante, pues el niño captaría entonces fácilmente el significado de unión de los cristianos en la Eucaristía si ha visto desde pequeño la manera como lo viven sus padres en la vida diaria. Pero…
No obstante en la mayoría de los nuevos hogares no suelen darse ninguna de estas circunstancias que he enumerado y el niño muchas veces cuando viene a catequesis es la primera vez que ve una iglesia por dentro. Y pregunta incluso quien es "ese" que está clavado allá arriba... Sus padres no tienen un crucifijo en casa. Y todo lo que escucha es nuevo para él. Por lo general viene sin haber oído nada de Dios.
Con este panorama es difícil comprender por qué los padres envían a sus hijos a la catequesis y por qué el deseo de que sus hijos hagan la primera comunión, con los sacrificios que comporta el llevarlos al centro, ambos están trabajando muchas veces lejos; cuando tienen que echar mano de los abuelos, de la chacha…
Pues eso; a pesar de todo los niños de la mayoría de los hogares, vienen a catequesis, por convicción o por lo que sea. Sin duda habrá que analizar caso por caso y casa por casa y llegaremos a un sinfín de conclusiones de todo tipo que sin duda encontraremos contradictorias a nuestras ideologías, por extravagantes, por costosas, por superfluas…Muy cierto y muy real.
Pero te tengo que hacer constar, amigo de mi amigo Contreras, (por lo tanto mi amigo) que nosotros los catequistas no las inculcamos, ni las deseamos pues van en contra de nuestros consejos y enseñanzas. Al contrario: Para que el niño saque el mejor provecho del sacramento, la Iglesia ha establecido, como requisito para hacer la primera comunión, que el niño conozca las verdades fundamentales de la fe católica, las leyes de Dios y de la Iglesia, las oraciones básicas del creyente y el significado de los sacramentos. Esto es lo que el niño estudia y aprende en las clases de catecismo, que duran aproximadamente dos años en mi parroquia; pero como decíamos, la preparación para la primera comunión empieza muchos años antes de que el niño asista a uno de estos cursos.
El tema es infinito…
Un abrazo