Hola amigos: El otro día relataba Pefeval, con gran realismo, los frios inviernos de Deza. Nevando o con viento las temperaturas eran heladoras, algunos días en la escuela no rebasábamos los diez grados. Hoy hablando con mi amiga del alma, de corazón cálido y frías manos, hemos recordado los sabañones. Todavía conservo la cicatriz de uno que tuve en la parte superior del pie, cuando lo habitual era que los dedos fuesen los más afectados. También recuerdo algunos en las orejas, de tal magnitud, que la parte superior caía por el peso de la inflamación. ¡Y cómo picaban los puñeteros!
Un abrazo
Un abrazo
José Luis: tocas un tema ya casi olvidado, los sabañones. Ahora parece que nadie se queja de esa molesta dolencia, pero yo también recuerdo esos horribles picores; a mi únicamente me salían en las orejas, pero casi siempre se me infectaban, bien porque me los rascaba o como en una ocasión, aunque parezca increíble, en que me los pisaron en la escuela. Si señor: era una mañana de esas en que estaba nevando, y la maestra nos dijo que el recreo sería sin salir de la clase, así que nos pusimos a jugar y yo estaba rodando por el suelo, cuando una niña, a quien recuerdo muy bien, que precisamente había estrenado aquel día unas botas, me pisó una de mis orejas y creo que nunca he sentido tanto dolor.
Los sabañones se deben a una deficiente circulación sanguínea. En nuestros tiempos eran muy frecuentes porque hacía mucho frío, pasábamos muchas horas jugando en la calle y llevábamos las manos y las orejas descubiertas. Algunos, como dice el abuelo, llevaban gatera, pero ahí no creo que salieran sabañones.
A título de curiosidad, he buscado los remedios para curarlos, pero parece que los hay a miles, aunque dudo de que alguno de ellos sea totalmente eficaz.
Mientras unos recomiendan homeopatía, otros lo curan con remedios naturales como el ajo, las naranjas o cualquier fruto cítrico ricos en vitaminas C o E. Otros utilizan los masajes y algunos recomiendan los baños consecutivos con agua caliente y fría; pero la mayoría recurren a los fármacos como el Trombocid, gotas de árnica, crema exomega, vaselina normal, Sabañotrópico, Flavonoides, Doctofril o Ácido Tánico.
En la zarzuela del maestro Chueca “Agua, azucarillos y aguardiente”, de la que fue libretista Ramos Carrión, la ironía de la guasa madrileña se refleja en uno de sus diálogos en el que, al novio de la Pepa, que era picador y poco trabajador el hombre, le llaman “El sabañón, porque solo picaba en invierno”
Un saludo
Los sabañones se deben a una deficiente circulación sanguínea. En nuestros tiempos eran muy frecuentes porque hacía mucho frío, pasábamos muchas horas jugando en la calle y llevábamos las manos y las orejas descubiertas. Algunos, como dice el abuelo, llevaban gatera, pero ahí no creo que salieran sabañones.
A título de curiosidad, he buscado los remedios para curarlos, pero parece que los hay a miles, aunque dudo de que alguno de ellos sea totalmente eficaz.
Mientras unos recomiendan homeopatía, otros lo curan con remedios naturales como el ajo, las naranjas o cualquier fruto cítrico ricos en vitaminas C o E. Otros utilizan los masajes y algunos recomiendan los baños consecutivos con agua caliente y fría; pero la mayoría recurren a los fármacos como el Trombocid, gotas de árnica, crema exomega, vaselina normal, Sabañotrópico, Flavonoides, Doctofril o Ácido Tánico.
En la zarzuela del maestro Chueca “Agua, azucarillos y aguardiente”, de la que fue libretista Ramos Carrión, la ironía de la guasa madrileña se refleja en uno de sus diálogos en el que, al novio de la Pepa, que era picador y poco trabajador el hombre, le llaman “El sabañón, porque solo picaba en invierno”
Un saludo
Hola Pefeval: Creo que en estos tiempos de calefacción y confort, no se necesitan remedios para los sabañones. Mi padre decía que lo mejor para curarlos era el polvo de las eras. Por supuesto en agosto nunca tuve ni uno, seguramente por el polvo de las eras.
Un abrazo
Un abrazo