Hola amigos: El otro día relataba Pefeval, con gran realismo, los frios inviernos de Deza. Nevando o con viento las temperaturas eran heladoras, algunos días en la escuela no rebasábamos los diez grados. Hoy hablando con mi amiga del alma, de corazón cálido y frías manos, hemos recordado los sabañones. Todavía conservo la cicatriz de uno que tuve en la parte superior del pie, cuando lo habitual era que los dedos fuesen los más afectados. También recuerdo algunos en las orejas, de tal magnitud, que la parte superior caía por el peso de la inflamación. ¡Y cómo picaban los puñeteros!
Un abrazo
Un abrazo
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