La escuela de párvulos en Deza estaba muy animada pues entonces éramos muchos niños de cuatro a siete años. Por lo menos nos juntábamos sesenta. Aquello era la Torre de Babel pues mientras uno lloraba el otro se hacía pipí o lo otro mas gordo, el otro reñía con el copañero por una pintura... Etc. Pobres maestras que paciencia debían de tener. Lo que me extraña es que no haya un monumento en cada pueblo, al maestro o la maestra pues se lo merecen. Desde luego tenemos muy poco reconocimiento a su labor aunque en nuestra mente y en nuestro corazón, la reconozcamos sinceramente. Un abrazo.