Los siete ajarbes de las aguas de Algadir, como regaban por el día, con la claridad del astro rey, no necesitaban luces para guiar el agua, por los cavalillos. En cambio los que regaban siempre por la noche, como por ejemplo, los del Melonar o del Güello, tenían preparado su candil, so pena de que se les fuera el agua por donde menos quisieran. Si no llevabas luz tenías que quedarte plantado y esperar a que se te mojaran los pies. Yo no conocí en mi niñez el consabido carburo, que es la mejor luz y la que más alumbra en la oscuridad y las linternas electricas llegaron más tarde así es que en pleno siglo veinte, nos servíamos todavía del candil de aceite. (Solo nos damos cuenta de los avances de la humanidad, los que en la actualidad somos personas mayores y del candil hemos llegado a pasar por el ordenador y escribir estas cosas). No alumbraba gran cosa; pero tampoco había nada mejor que la candileja de aceite. De los demás sitios de regar ya ni me ocupo ya que echaban el agua por la noche y al amanecer veían por dnde había ido y a la luz del día corregían el camino, para seguir regando.
Con el candil se iba a buscar caracoles cuando había llovido y en las noches serenas, con suelo mojado veías por donde estaban buscando y tu te marchabas por otro lado pues el primero se llavaba la mayor parte de los caracoles de aquel lugar, aunque a veces salía otra ronda a pasaear y cogías más que el que había pasado primero. Un abrazo del abuelo.
Con el candil se iba a buscar caracoles cuando había llovido y en las noches serenas, con suelo mojado veías por donde estaban buscando y tu te marchabas por otro lado pues el primero se llavaba la mayor parte de los caracoles de aquel lugar, aunque a veces salía otra ronda a pasaear y cogías más que el que había pasado primero. Un abrazo del abuelo.