Desde pequeña he veraneado en Deza. Lo cierto es que es un pueblo, para nada aburrido, aunque echo mucho de menos La Cabaña. Cuantas noches me lo he pasado en grande en ese bar donde nos juntábamos los jóvenes del pueblo. Tampoco me olvido de las meriendas que hacíamos en bicicleta. Aunque los años han pasado sigo viendo cómo el peublo renace en verano y la cantidad de veraneantes que vuelven a disfrutar de su tranquilidad.