Y Herodoto, advertido historiador de
Egipto, dijo: los egipcios tienen al puerco por animal tan sucio, que si alguno, aun de paso, le toca, al punto va a lavarse al
río. Y prosigue refiriendo que entre aquella gente era cosa tan infame criar o guardar puercos, que a los que tal hacían no les era lícito casar sino con los de su mismo empleo, ni entrar en los templos, a cuyas
puertas había guardas para que ni ellos ni los animales entrasen, como advirtió nuestro poeta español Silio Italico hablando del templo que en
Cádiz se erigió a nuestro Hércules.