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RAPARIEGOS: Eran los años cincuenta y en Rapariegos, como en la...

Eran los años cincuenta y en Rapariegos, como en la mayoría de los pueblos de la zona, nos teníamos que desplazar a Arévalo los martes, que era día de mercado para hacer compras, en aquella época se hacia el camino andando, o en burro y si había que traer o llevar algo pesado se utilizaba el carro, para recordar aquellos tiempos y habiendo recibido una foto de Arévalo muy antigua, la comparto con la gente de Rapariegos, para recordar aquellos tiempos.

CARROS EN LA PLAZA DE AREVALO.
Siendo todavía un niño, diez, doce años, los martes que es cuando había mercado en Arévalo y en época de invierno, que era, cuando menos trabajo había en el campo, iba con mi padre con las mulas y el carro a vender parte de la cosecha, cebada, algarrobas, yeros, que es lo que se sembraba a parte del trigo y centeno.
Ayudaba por la mañana temprano a mi padre a cargar el carro, llenábamos la caja del carro con costales de fanega y media llenos de grano y poco después emprendíamos el viaje desde Rapariegos. Salíamos por ese lugar llamado La Gansera, para coger el camino de Arévalo.
Una vez en el camino, las mulas empezaron a caminar alegremente, como si supieran que cuando llegaran les tocaba descanso en la posada del Tío Nabero, que así llamaban a este hombre simpático y bonachón. Hacíamos el camino sin dificultades hasta llegar a la vía del tren que es cuando era un poco peligroso, pues había que caminar unos doscientos metros pegados a la vía del tren con un barranco en el lado derecho del camino, hasta llegar al paso a nivel que había en la carretera de Donhierro, todo iba bien si no venia algún mercancías largo dirección Madrid, con las dos máquinas echando humo y la ruidosa bocina sonando fuertemente como dando aviso que se acercaba, con tanto ruido de la bocina o silbato y tanto ruido de las ruedas de los vagones y tanto humo, las mulas se asustaban y había que tener mucho cuidado sujetándolas fuertemente con las riendas y tranquilizándolas con la voz.
Una vez pasado el paso a nivel, descendíamos por la carretera del cementerio hasta el puente de origen romano o también llamado puente de Valladolid. Pasado el puente, empezábamos a subir la larga cuesta de San Martín que creo así llamaban a esta larga cuesta hasta llegar a la plaza.
Yo estaba contento de llegar a la plaza y poder pasar un día en la villa de Arévalo y ver, como la plaza se llenaba de carros y un guarda les ordenaba ponerse en fila ordenadamente, había un bullicio de gente bastante considerable, esta gente pasaba el día comprando las cosas necesarias para el gasto familiar en los comercios de la plaza.
Cuando empezaba a caer la tarde, si se había a vendido el grano, recogíamos los costales vacíos, traía mi padre las mulas de la posada y enganchando el carro y contentos con algunas pesetas mas, regresábamos al pueblo.
Estos agradables recuerdos los tengo grabados en mi cabeza desde niño y cuando he visto esta fotografía, he decidido contarlo
Estoy hablando de los años cincuenta y lo recuerdo perfectamente como si fuera ayer.