MEMBIBRE DE LA HOZ: Historia Informal de Membibre. Cap. II (Cont.)...

Historia Informal de Membibre. Cap. II (Cont.)

Es ahora cuando en la historiografía mundial aparecen las primeras noticias importantes del interior de la Península Ibérica. Y con ellas los primeros nombres de ciudades y pueblos, lugares fortificados ya en un sentido bélico y el reconocimiento de diferentes pueblos de gentes, Vaceos, Vetones, Arévacos, habitantes de las tierras al norte de las montañas del Sistema Central. Todos esos nombres son de ascendencia celta, o sea términos de aquel idioma, acaso remiendos de viejos términos autóctonos para diferenciar ciertos tipos de gentes en sus diferentes regiones. Pueblos que de ninguna manera permanecían aislados del resto del mundo, algo que demuestra la evidencia de diversas rutas de comercio que les comunicaban con el sur civilizado dese antiguo, antes con Tartesos y más tarde con Turdetanos, hacia el éste tierra de Íberos, precisamente hacia el valle del Ebro. Rutas a través de las cuales se comerciaba con una infinidad de productos como metales -estaño, plata- armas, utensilios, cerámica y por supuesto los productos del campo, ganadería y alimentos, como la sal, que era un producto muy apreciado por los pueblos de la meseta.
Fueron esos pueblos mentados y sus ciudades más importantes quienes fabricaron la Historia hasta los tiempos de la Era Cristiana a este lado de las montañas. Quien sabe si a medida que se fueron acercando los grandes años de la Historia, el instinto natural y la aguda mente de los dirigentes -mujeres y hombres- no se encontraba ya calibrando sobre cual de las opciones armadas que llegaban desde oriente sería la más peligrosa, quizás quien resultara ganador en la contienda.
En el año 220 antes de la Era Cristiana, el general cartaginés Anibal, un hombre nacido de la clase dirigente de Cartago en África y a quien los hados y sus paisanos habían encomendado preparar una gran campaña contra el otro poder emergente en el Mediterráneo, Roma, subió desde Cartago-Nova (Cartagena) hasta Helmántica (Salamanca) para hablar de negocios con los jefes Vaceos.
Sería muy difícil precisar el número de hombres, elefantes y caballos que acompañaron a Anibal en aquella campaña del Duero. Las fuentes históricas que narran el hecho no hablan de ese dato preciso, sin embargo, podría aventurarse una cifra entre los 30.000 y 40.000 soldados para el ejército cartaginés si se compara con la cifra de 100.000 guerreros que el historiador concede para el ejército de los aliados de la meseta en la "Batalla del Tajo" que tendría lugar a continuación.
Anibal devaló las murallas de Helmántica, pero respetó la ciudad y consiguió acuerdos con las señoras propietarias de las tierras y graneros, para el suministro de víveres para su ejército. Después se dirigió hacia Arbucala (lugar localizado en Toro, o mejor en Bamba, los dos en Zamora) con parecido propósito, pero los de Arbucala presentaron batalla además de negarse a ayudarle. El ejército cartaginés tomó la ciudad y la destruyó por completo. Esto mismo sucedió además con otros pueblos al paso del ejército cartaginés. Los mensajeros partieron raudos en las cuatro direcciones y pueblos y ciudades de las meseta y de más allá se enteraron de la bestialidad del ejército enemigo.
Después de esas acciones el ejército de Cartago se dispuso a organizar su retirada, pasó de nuevo por tierras de Helmántica y se dirigió hacia al cuenca del Tajo.
Fue aquí donde vinieron a suceder las cosas, pues los historiadores nos cuentan una versión extraña del asunto. Ellos, nos dice Polibio, en concreto, que los que pasaban el río era el ejército aliado de los meseteños y que Anibal aprovechó eso para sorprenderles. No se explica eso con el conocimiento que aquellos adiestrados guerreros debían tener de los lugares y la ribera del Tajo. Más bien parece que los que pasaban el río debían ser los cartagineses y que la coalición de pueblos de la meseta lo aprovechó para intentar destruir el poderoso ejército.
Los emisarios, entonces, habían cumplido su misión y mientras el tiempo de destrucción que Aníbal se toma por el norte, el ejército de guerreros tendrá tiempo para reunirse. En efecto, caudillos Vaceos, Vetones, Carpetos y otros grupos de ejército llegados desde Levante, gentes que no habían personado la destrucción que los africanos hicieran de sus ciudades, trataron de cogerle justo cuando vadeaba la corriente.
Lo cierto es que Anibal escapó por pelos de aquella batalla y que ya en la llanura la coalición de guerreros decidiera la retirada.
Por otra parte la vida continúo en los amplios y luminosos espacios de la Meseta Norte, los guerreros regresaron a sus hogares y la guerra se olvidó a pesar de que tuvieran que cumplirse los compromisos.
Acaso las terribles noticias de esa guerra llegaran a Membibre, acaso alguien que pasara por aquí o el mismo tráfico del comercio difundiría por estos barrios aquellas malas y sorprendentes nuevas. Una advertencia, un oscuro peligro había llegado de nadie sabe donde, montones y montones de hombres armados, de monstruosos animales de guerra y de odiosos generales que parecían seguir siempre unos macabros planes previstos. Nadie por estos predios recordaba una cosa parecida, ni parecida, ni aproximada.
Según el sitio que ocupa Membibre en la geografía de la meseta, todos esos tristes sucesos pasaron hacia el oeste en tierras de Vaceos y Vetones y la Batalla del Tajo al sur, al otro lado de las montañas en territorios de los Carpetos.
El lugar más cercano a Membibre y de más rancia historia es una ciudad llamada Pintia en Pesquera de Duero, cerca de Peñafiel en la provincia de Valladolid. Pintia se encuentra a unos escasos 20 kilómetros de este pueblo hacia el norte. Dentro del orbe vaceo, la ciudad llegó a contar con varios miles de habitantes, constaba de lugar habitacional amurallado, una necrópolis y un barrio de alfareros al otro lado del río Duero.
Ya habíamos fabricado, entonces, un dibujo esquema de lo que pudo ser Membibre en aquellos tiempos de antes de la Historia. Un pueblecito dividido en dos sectores, el núcleo de El Castillo, algo así como en forma de "castro", con su cerca de piedra hasta media altura y los tejados de las casas que se verían desde el exterior y el núcleo del "Barrio de Abajo" muy cerquita de los viejos refugios de rocas, cuevas de poca profundidad. ¡Ah! y la pequeña alquería de alfareros del prado Quintana-Los Comunes.
Siempre se mientan esos dos lugares para describir el sitio de la alfarería de Membibre, pues si bien es de las dos formas como se llama, el Prado Quintana viene a quedar al sur, es aquí donde está el manantial que da aguas a uno de los arroyos del prado y es un lugar salvaje, un pequeño prado descuidado. El lugar preciso donde se encontraron todas esas muestras del pasado se halla en Los Comunes, al otro lado de la carretera y hacia el norte, un lugar que antiguamente era prado también (el prado de "Los Comunes", viejas reminiscencias del pasado), pero que con los modernos tiempos hay tan solo tierras de labor que se trabajan todos los años.
Antes de seguir y abandonar para siempre los fantásticos y legendarios tiempos de la Prehistoria un tanto desfasados en estos lugares, se podría conjeturar que esos tiempos no fueron tan oscuros e ignotos como nos muestra la ausencia de datos escriturales, simbólicos o históricos, nombres, palabras, fechas. El camino pertinente para su estudio ha de seguir otras rutas como la interpretación de rescates arqueológicos y su comparación con otras culturas, más cercanas o lejanas.