![Virgen de la Vega, patrona de la ciudad, en el centro del retablo mayor de la Catedral Vieja](/fotos_reducidas/4/2/5/01272425.jpg)
Abre, Madre, tus brazos al pueblo que a Ti llega
en dulce servidumbre de esclavitud de amor
Salamanca te aclama ¡oh Virgen de la Vega!
sus vidas te ofrece, sus almas te entrega,
es tu gloria su gloria y es el tuyo su honor.
Fuiste humilde y piadosa, prudente, casta y pura
y Dios, al contemplarse se enamoró de Ti.
Yo quiero que mi vida refleje tu hermosura
y anhelo que mi alma, de tu favor segura,
imite tus virtudes y te halles junto a mí.
Tu nombre es ambrosía de labios infantiles
que te dan en sus besos su gracia y su candor.
Es tu nombre poema de sueños juveniles
y es la rosa encendida de divinos pensiles
donde vierte su llanto, contrito, el pecador.
Eres rico tesoro, soberana grandeza
del pobre y del humilde que llega a tu mansión
y con gesto de ruda, castellana franqueza,
de rodillas postrado, te ofrece, cuando reza,
la joya inmaculada de un puro corazón.
Tu amor es luz que inflama los cristianos hogares
y florece en las aulas de mi Universidad;
e ilumina los templos de dorados altares:
y brilla en los palacios de piedra seculares
y en la hoguera de oro que es mi vieja ciudad.
Te canta el sabio austero que en sus libros se afana
y el juicioso estudiante que aprende su saber
y el monje con sus rezos al toque de campana;
y el labriego creyente que surca su besana
y el obrero en el duro trabajo del taller.
A tus plantas se postra la madre dolorida
y el marcial caballero que marcha a pelear;
y te invoca el enfermo que intuye su partida;
y el santo sacerdote que busca en Ti la vida
que tus brazos sostienen como en cuna y altar.
¡Oh, Virgen de la Vega! En la vida y la muerte
Salamanca es tu trono, tu templo y tu heredad.
Para que nunca deje de ser tu pecho fuerte.
¡Para que cifren siempre sus glorias en quererte,
bendice hoy a tus hijos, bendice a tu ciudad!
en dulce servidumbre de esclavitud de amor
Salamanca te aclama ¡oh Virgen de la Vega!
sus vidas te ofrece, sus almas te entrega,
es tu gloria su gloria y es el tuyo su honor.
Fuiste humilde y piadosa, prudente, casta y pura
y Dios, al contemplarse se enamoró de Ti.
Yo quiero que mi vida refleje tu hermosura
y anhelo que mi alma, de tu favor segura,
imite tus virtudes y te halles junto a mí.
Tu nombre es ambrosía de labios infantiles
que te dan en sus besos su gracia y su candor.
Es tu nombre poema de sueños juveniles
y es la rosa encendida de divinos pensiles
donde vierte su llanto, contrito, el pecador.
Eres rico tesoro, soberana grandeza
del pobre y del humilde que llega a tu mansión
y con gesto de ruda, castellana franqueza,
de rodillas postrado, te ofrece, cuando reza,
la joya inmaculada de un puro corazón.
Tu amor es luz que inflama los cristianos hogares
y florece en las aulas de mi Universidad;
e ilumina los templos de dorados altares:
y brilla en los palacios de piedra seculares
y en la hoguera de oro que es mi vieja ciudad.
Te canta el sabio austero que en sus libros se afana
y el juicioso estudiante que aprende su saber
y el monje con sus rezos al toque de campana;
y el labriego creyente que surca su besana
y el obrero en el duro trabajo del taller.
A tus plantas se postra la madre dolorida
y el marcial caballero que marcha a pelear;
y te invoca el enfermo que intuye su partida;
y el santo sacerdote que busca en Ti la vida
que tus brazos sostienen como en cuna y altar.
¡Oh, Virgen de la Vega! En la vida y la muerte
Salamanca es tu trono, tu templo y tu heredad.
Para que nunca deje de ser tu pecho fuerte.
¡Para que cifren siempre sus glorias en quererte,
bendice hoy a tus hijos, bendice a tu ciudad!