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SALAMANCA: Abre, Madre, tus brazos al pueblo que a Ti llega...

Abre, Madre, tus brazos al pueblo que a Ti llega

en dulce servidumbre de esclavitud de amor

Salamanca te aclama ¡oh Virgen de la Vega!

sus vidas te ofrece, sus almas te entrega,

es tu gloria su gloria y es el tuyo su honor.

Fuiste humilde y piadosa, prudente, casta y pura

y Dios, al contemplarse se enamoró de Ti.

Yo quiero que mi vida refleje tu hermosura

y anhelo que mi alma, de tu favor segura,

imite tus virtudes y te halles junto a mí.

Tu nombre es ambrosía de labios infantiles

que te dan en sus besos su gracia y su candor.

Es tu nombre poema de sueños juveniles

y es la rosa encendida de divinos pensiles

donde vierte su llanto, contrito, el pecador.

Eres rico tesoro, soberana grandeza

del pobre y del humilde que llega a tu mansión

y con gesto de ruda, castellana franqueza,

de rodillas postrado, te ofrece, cuando reza,

la joya inmaculada de un puro corazón.

Tu amor es luz que inflama los cristianos hogares

y florece en las aulas de mi Universidad;

e ilumina los templos de dorados altares:

y brilla en los palacios de piedra seculares

y en la hoguera de oro que es mi vieja ciudad.

Te canta el sabio austero que en sus libros se afana

y el juicioso estudiante que aprende su saber

y el monje con sus rezos al toque de campana;

y el labriego creyente que surca su besana

y el obrero en el duro trabajo del taller.

A tus plantas se postra la madre dolorida

y el marcial caballero que marcha a pelear;

y te invoca el enfermo que intuye su partida;

y el santo sacerdote que busca en Ti la vida

que tus brazos sostienen como en cuna y altar.

¡Oh, Virgen de la Vega! En la vida y la muerte

Salamanca es tu trono, tu templo y tu heredad.

Para que nunca deje de ser tu pecho fuerte.

¡Para que cifren siempre sus glorias en quererte,

bendice hoy a tus hijos, bendice a tu ciudad!