La pintura representa a
San Joaquín y
Santa Ana, obra italiana del siglo XVIII. Representa a los padres de María en el momento en que, según cuenta una antigua e ingenua
tradición, se abrazan ante la
Puerta Dorada del templo de Jerusalén. El
colorido y los contrastes tenebristas lo convierten, junto con el lienzo de San José al otro lado, en adecuado contrapunto del lienzo central.