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POVEDA DE LAS CINTAS: CARTA ABIERTA A "NUESTRA" GUADALAJARA (III)...

CARTA ABIERTA A "NUESTRA" GUADALAJARA (III)

Querida "Guadalajarita":

Desde la plaza donde se corren las vaquillas de mi pueblo en las fiestas (foto de Adrián), hoy te escribo lo siguiente: Decías en tu misiva del pasado día 13 último, entre otras cuestiones que abordabas con el pormenorizado detalle y elegancia a que nos tienes acostumbrados, las incidencias, divertimentos y otras circunstancias relacionadas con el acto lírico-religioso de las "Posadas", cuyo desarrollo, según se deduce, pone de manifiesto la profunda religiosidad de esa tierra y la alegría y buen humor con que sabeis vivirlos y celebrarlos. Muy significativo todo ello. Más, en tus escritos posteriores parece que te ha contagiado un tanto la melancolía que parece desprenderse de algunos de los que has recibido desde aquí. No debe preocuparte demasiado pues la gente de este pequeño pueblecito es temperalmente dura y fuerte, sabe divertirse, pero también sufrir cuando hay que afrontar momentos difíciles.

Pero volviendo a tu misiva del pasado sábado, recuerdo que la finalizabas diciéndonos algo parecido a esto: "Cuéntenme ahora ustedes de allá, que me encantará aprender". Bien sabes, querida Guadalajara, que de pueblo tan pequeño poco podríamos contarte y menos aún de lo acaecido en los tiempos actuales en que, desde este sistema cibernético y todos los demás medios de difusión, hasta lo más insignificante del día a día se sabe y se conoce casi todo al momento. Más no así por lo que se refiere a tiempos pasados cuyos acontecimientos, sucesos, ambiente e incidencias tienen un matiz distinto, del cual voy a intentar explicarte un poco de lo que yo recuerdo.

En la década de los años cincuenta y sesenta, la vida en general y en Poveda en particular, era distinta, sin duda alguna influida por el predomionio de un ambiente mas bien relacionado con una especie de idiosincrasia espartana predominando sobre todas las gentes que lo habitaban. La virilidad en casi todos los actos cotidianos, entendida como actitud continuada y permanente, es decir, la de la rectitud, la energía, el coraje, la seriedad, la disciplina, el rigor, el sentido del honor y la respuesta más dura que puedas imaginar en el trabajo cotidiano, configuraba hasta los quehaceres más insignificantes de la vida diaria, y así, podrás explicarte cosas tan peregrinas como las siguientes:

En los juegos infantiles, cuando surgía una disputa sobre lo que fuere entre dos chicos, la forma de dirimirlo o resolverlo era la de entablar una especie de lucha romana entre ambos, casi siempre coreada por otros, consistente en que, debidamente cogidos cada uno por los brazos del otro y viceversa, el más fuerte o más hábil, tras los correspondientes forcejeos, lograba lanzar al suelo al contrincante manteniéndole inmovilizado sobre el mismo hasta que quedara demostrado quien era el vencedor y quien el vencido. Estaba prohibido hacerse daño físico, pero era evidente la violencia y el efecto psíquico en uno y otro: el fuerte era el aplaudido; el débil, en el mejor de los casos, silenciado. Los mozos del pueblo también gustaban de azuzar a los pequeños para que celebrarn "torneos" como el explicado, para divertimento de unos y otros. El coraje que se ponía en la lucha era todo un símbolo. A nadie se le obligaba a competir, pero el que rechazare la contienda..., (como tú dices, mmm).

Otra característica del predominio de la virilidad como valor positivo --erróneo según entiendo-- del sentir de aquellos tiempos, al menos en la zona rural, era éste: cuando dos muchachos discutían entre sí o bien por disputa surgida del grupo en que se encontraban, sobre cuál de los dos corría más en los juegos y en las pruebas deportivas, la solución, como en las gestas de la Edad Media, se dirimía mediante la llamada prueba de "baquetas", que se desarrollaba así: dos o tres de los muchachos que formaban parte del grupo, como testigos, se alejaban a una distancia de entre 200 o 300 metros, distancia que habrían de recorrer los competidores en cuestión, uno tras otro a la ida, y cambiando el sentido a la vuelta, separados por la distancia que pudiera medir el cinturón de cuero (correa lo llamaban aquí), de uno de ellos (unos 80 ó 90 centímetros de longitud), a la velocidad máxima que pudieran desarrollar, el cual, sería usado a la ida azotando con él, el que iba detrás al que fuera delante, y a la vuelta, la misma función a la inversa para que la ejerciera el otro. Obviamente, si el que iba detrás corría más, "zurcía" a "correazos" al que iba delante, pero si por el contrario era al revés, no solamente no recibía ninguno sino que, al regreso, huelga decir cuál sería ls suerte del más lento. De esta forma se consideraba que el asunto quedaba zanjado para siempre. Como verás, juegos y pruebas harto duras y recias. Yo era chico a la sazón, y por tanto, me tocó vivirlas.

Querida Guadalajara, como verás, ya te cuento algo de nuestras costumbres de otra época; ya sé que chocan con tu sensibilidad y sentido patriarcal de la convivencia, pero esto es lo que había. Ya te relataré otras más risueñas, que también las hay. Y sentimentales. La vida actual, por el contrario, es prácticamente igual o muy parecida en todas las regiones.

Como te imaginamos preparando la parafernalia culinaria de la Navidad con todo esmero para todos los tuyos, no quiero distraerte un instante más no vaya a ser que se te queme la salsa. Un beso y... ¡Feliz Nochebuena!. ¡Ciao!.


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