POVEDA DE LAS CINTAS: MUJERES POVEDANAS QUE HUBIERAN SIDO NOTICIA PARA BIEN...

MUJERES POVEDANAS QUE HUBIERAN SIDO NOTICIA PARA BIEN SI...

¡Si hubieran dispuesto de las mismas oportunidades y de los mismos medios, incluso aunque no fueran tantas aquéllas ni éstos tan abundantes, como seguramente lo serán o lo han sido otras de su época!. Y hubieran sido noticia y orgullo para el buen nombre de su pueblo y de bienestar y merecida fama para ellas ya que les sobraban facultades para semejante porvenir y brillante distinción. Pero como en tantos otros casos, a las povedanas a las que me voy a referir, no les sonrió jamás la fortuna en tal sentido, ni dispusieron de la más mínima oportunidad que les hubiera permitido aprovecharla, ni tampoco ellas mismas llegaron jamás a ser conscientes de los valores que portaban.

Ellas eran y son, APV y EA (el segundo apellido de EA no lo recuerdo). Y ambas son hoy, creo, amas de casa, y como profesión, "sus labores", vieja denominación común con la que se designaba por la administración a todas las hijas del pueblo que no cursaran estudios versitarios o ejercieran una profesión de renombre.

Aquel joven povedano que emigró a tierras del norte para ganarse el sustento de cada día como tantos otros, del cual se han escrito ya en este foro algunas anécdotas, residía a la sazón en una localidad cuyo nivel de vida y "europeización" era muy superior al de nuestro Poveda, lo que, sin embargo, no era óbice para que él y los que emigraron como él, aquella superioridad les resbalara y tuvieran que trabajar cada día entre diez y doce horas, incluídos sábados. Como joven que era, el que me estoy refiriendo pronto hizo amigos entre los naturales del lugar con quienes departía en los temas prácticamente monográficos de la época: los deportes y poco más. En dicha localidad, para más concreción, situada en el corazón de uan de las entonces provincias vascongadas, existía una gran afición, entre otros deportes, al pedestrismo (carreras de campo través). El Joven povedano alli residente, aunque si lo había oído en la radio y leído en los periódicos, jamás había visto entrenarse, ni menos aún que se untaran las piernas los atletas que iban a participar mientras realizaban dichos entrenamientos, con una especie de aceite de olor especial que era el llamado "linimiento". Días antes de la fecha en que se iba a celebrar la prueba máxima por excelencia de cada año en dicha población, coincidente en la fecha con la del domingo en que se celebra la Pascua de Resurrección, aquél inocente povedano joven se atrevíó a decir, días antes del acontecimiento, como comentario, que todos aquellos entrenamientos y ejercicios físicos eran una solemne bobada porque "en su pueblo había tipos que corrían como gamos más que ellos tras las perdices en las nevadas o ante alguna vaquilla de las que se escapaban por las fiestas, y no necesitaban de tanta pamplina preparatoria para correr".

Los comentarios aquéllos del povedano produjeron tal efecto que, los jóvenes vascos que lo escucharon, el mismo domingo de resurrección, aprovechando que sobre las las 10 de la mañana iba a misa nuestro joven acompañado de uno de ellos (entonces íba a misa todo el mundo), se le acercó el resto de la "cuadrilla" (allí se denominaban así), y le dijeron, más bien le espetaron: "Oye, ahora puedes demostrarnos lo que corren los de tu pueblo", "preséntate en el Club Deportivo que organiza la carrera, nosotros te acompañanos, y puedes participar en la misma". El joven povedano, sorprendido, no pudo por menos de resistirse cuanto pudo pues ni siquiera podía imaginarse el "pique" con el que se habían tomado sus frases, más la insistencia fue tanta y las frases de "farolero" y otros epítetos, tan sonados y repetidos, que en un gesto de coraje, sin otra prepàración ni entrenamiento que el de las diez horas diarias de trabajo en un taller, ese povedano, con unas zapatillas que le dejaron improvisadamente y un imperdible en la bragueta en los calzoncillos para lo que ya podeis imaginaros, como todo pantalón de deporte, se apuntó a tomar la salida, que tuvo lugar a las 12 de esa mañana. El recorrido era de casi 5.000 metros, parte por el adoquinado urbano y el resto por la montañas circundantes. Ese joven povedano, áquel domingo de Resurrección, entre los más de 80 participantes que tomaron la salida, varios de ellos atletas federados, finalizó la prueba e hizo el puesto tercero en la llegada. Las exclamaciones de admiración de viejos y no tanviejos del lugar que oyó cuando se acercaba a la meta, destacado tras los dos primeros, eran de este tenor o parecido: " ¿quién es éste?, vaya fuelle que tiene, pues". El premio, 2.000 pesetas y los primeros calcetines de nylon que iba a gastar en su vida, fueron los trofeos conseguidos. Esta historia, real como la vida misma, sucedió un domingo de Resurrección en un lugar del norte.

Seguramente direis, ¿a que viene todos esto y lo de las dos chicas povedanas que se citan al principio?. Pues por algo muy sencillo, ese joven, que coincidió con ellas en la época escolar, pudo comprobar más de una vez que aquellas dos muchachas corrían como auténticas liebres y él no les llegaba a la suela del zapato, es decir, que sin duda alguna, tenían unas facultades fabulosas y, de haber nacido y vivido en otro lugar, hubieran sido unas formidables atletas internacionales compitiendo en olimpiadas. El joven povedano fue lo primero que le vino a la imaginación cuando demostró que "de faroles" de su pueblo nada, y de coraje y empuje, en Poveda de las Cintas, para dar y tomar. Esas dos povedanas, cuyo nombre no he sido autorizado para publicarlo, hubieran destrozado cualquiera competición en la que hubieran participado... pero vivían en Poveda, y si se hubiera sido en otro lugar, o alguien las hubiera proomocionado para el atletismo, hoy serían algo muy distinto a sencillas y olvidadas amas de casa, de profesión "sus labores".

Saludos povedanos, amigas/os.


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