POVEDA DE LAS CINTAS: (176, QUE NO 147)...

(176, QUE NO 147)

¿Y dices, gallarda povedana, que no te alegra mi júbilo? Supongo que el decirte que además me voy a la fiesta, te será poco menos que indiferente. Te entiendo.
No obstante; no quisiera marcharme sin contestar en dos palabras a la interpelación efectuada unos días atrás por nuestro amigo EFE: "... ¿Fueron mejores o más felices otros tiempos povedanos?..." Yo diría que los de antes, (no lo digo por la crisis) pero con matices. Crecimos entre juegos y risas, entre amistad y cariño, en un marco incomparable en plena naturaleza donde todo era hermoso y casi cualquier cosa nos hacía felices. Éramos... fuimos, casi todos niños pobres, pero no como otros niños pobres que he conocido después más alla del mar, que ni siquiera esperanza tienen, de vidas tan fugaces como sueños, que nacieron destinados a que fuera el hambre su vida y su muerte, pero que ya saben de otras vidas y otros mundos donde todo sobra, -nosotros se lo contamos, sentimos la necesidad de que sepan que ya no somos pobres, que tenemos... de to- y a pesar de ello sonríen cuando te miran, como obstinados en disfrutar esa vida que se les niega, con una sonrisa como un puñal de hielo que te atraviesa el alma. Pero sonríen, con la misma aparente felicidad que nosotros lo hicimos, con la diferencia de que nosotros, no lo sabíamos. Teníamos un pueblo con un río y un puente, con pájaros y arboles, con un cielo azul y limpio y un campo infinito para jugar. Eso nos hacía felices porque ni necesitábamos, ni conocíamos más. Y así fuimos y vivimos, hasta que la televisión irrumpió en nuestras vidas haciendo añicos nuestra dicha. Poco a poco la televisión fue diciendonos las cosas que necesitábamos para ser felices, recordandonos lo pobres y miserables que serían nuestras vidas de carecer de este o aquel objeto. Vimos cosas increíbles en blanco y negro, incluso, una bandera americana ondeando en una luna sin vientos un 20 de julio de 1969. Un día nos dijeron que para disfrutar el televisor, para ver el mundo tal y como era, para preservar nuestra vista y ver la realidad de lo mágico que nos presentaban, era conveniente verlo en color. Y nos vendieron una pantalla de celofán formada por tres tiras horizontales de diferentes colores. La verdad es que se veía bonito cuando ponían Bonanza: el cielo de un azul intenso, la pradera verde esmeralda y completamente colorado, correteando por "La Ponderosa", el caballo del más joven de la familia Cartwright,, el impetuoso Joseph, al que llamaban "Little Joe", personaje encarnado por el estadounidense Michael Landon. Después vendrían más cosas, tantas que ya nunca recuperaríamos la ventura perdida, porque siempre nos faltaba algo y cuando por fin lo teníamos, "alguien", adivinaba nuestros sueños y para realizar los suyos nos creaba otras necesidades. Saqueamos el planeta creando miseria y destrucción para llenar nuestros hogares de cosas que creímos necesitar, pero no pudimos disfrutarlas, pasamos la vida fuera de casa trabajando para conseguirlas, olvidando ya por completo lo felices que fuimos sin tener nada. Y ahora... en un mundo destrozado por guerras innecesarias, hambre, corrupción, egoísmo y miseria, nos preocupa esta crisis por la que pagaremos los de siempre, los que por algún motivo vivimos siempre en crisis, para que los que nunca la pasaron continúen disfrutando de sus contratos blindados millonarios y haciendonos creer que todo lo que nos ofrecen nos es necesario. Pero somos felices. A ratos somos felices, cuando logramos olvidarnos, de que no somos del todo inocentes. No me queda más que recomendar a los jóvenes -y no tanto- viajar, conocer mundo para verificar que efectivamente somos unos privilegiados y que este rincón del mundo llamado Poveda de las Cintas, donde vivimos y fuimos tan felices, sera seguramente el sitio más bello del planeta.
¡Felices Fiestas!
Adrian.