... ¡Y LA CAPADURA DEl TOMATE!
Transido por la emoción que me proporcionó en su día el haber tenido conocimiento de que, alguien tan distinguido como el celebérrimo amigo Don Gardel, (¡ojo con él!), personaje que en su día se vio en riesgo de perder el avión nada menos que con destino a París por el hecho, según sus propias manifestaciones, tan singular como variopinto de haber dedicado unos instantes a leer alguna de las simplezas que, en este mismo lugar, de vez en cuando venía escribiendo un tal EFE, tanto más y con mayor motivo por cuanto, condenado ya entonces el infrascrito y enterrado éste en vivo literariamente hablando, y por añadidura condenado también simbólicamente en este c lugar al ostracismo sin derechos de autor, la verdad es que, -y he de insistir en ello-, me sentí entonces francamente responsable por haber dado lugar a la pesunta pérdida y con mayor motivo aún por cuanto, tal circunstancia llevaba aparejada, nada menos, que el riesgo de la posible pérdida a la vez de toda una solemne misa, posiblemente cantada en gregoriano al que, al parecer, tan devoto es el gran Don Gardel. Concernido el dicente, por todo ello, e involucrado a su vez en tantas y tan variopisntas aventuras que, sin proponérselo, ha llegado a verse entremezclado y sorprendido en circunstancias no precisamente agradables, jamás me hubiera perdonado haber puesto en riesgo la super-católica devoción de Don Gardel.
Iniciado un nuevo ciclo por el inconmensurable y tantas veces referido personaje conocido en este lugar por Yo no me llamo Don Gardel (humilde que es él), personaje que quizá puede revolucionar el mundo de la ciencia ante el interesantísimo tema por él iniciado de la "LA CAPADURA DEL TOMATE", desde aquí le deseamos los mejores aciertos en tan noble empeño como interesante fin, con el que, quiza, nuestro pequeño Poveda pueda ser proclamado, en su día, como cuna del ilustre del personaje en cuestión. Reciba mi más entusiasmado ánimo en el empeño.
Transido por la emoción que me proporcionó en su día el haber tenido conocimiento de que, alguien tan distinguido como el celebérrimo amigo Don Gardel, (¡ojo con él!), personaje que en su día se vio en riesgo de perder el avión nada menos que con destino a París por el hecho, según sus propias manifestaciones, tan singular como variopinto de haber dedicado unos instantes a leer alguna de las simplezas que, en este mismo lugar, de vez en cuando venía escribiendo un tal EFE, tanto más y con mayor motivo por cuanto, condenado ya entonces el infrascrito y enterrado éste en vivo literariamente hablando, y por añadidura condenado también simbólicamente en este c lugar al ostracismo sin derechos de autor, la verdad es que, -y he de insistir en ello-, me sentí entonces francamente responsable por haber dado lugar a la pesunta pérdida y con mayor motivo aún por cuanto, tal circunstancia llevaba aparejada, nada menos, que el riesgo de la posible pérdida a la vez de toda una solemne misa, posiblemente cantada en gregoriano al que, al parecer, tan devoto es el gran Don Gardel. Concernido el dicente, por todo ello, e involucrado a su vez en tantas y tan variopisntas aventuras que, sin proponérselo, ha llegado a verse entremezclado y sorprendido en circunstancias no precisamente agradables, jamás me hubiera perdonado haber puesto en riesgo la super-católica devoción de Don Gardel.
Iniciado un nuevo ciclo por el inconmensurable y tantas veces referido personaje conocido en este lugar por Yo no me llamo Don Gardel (humilde que es él), personaje que quizá puede revolucionar el mundo de la ciencia ante el interesantísimo tema por él iniciado de la "LA CAPADURA DEL TOMATE", desde aquí le deseamos los mejores aciertos en tan noble empeño como interesante fin, con el que, quiza, nuestro pequeño Poveda pueda ser proclamado, en su día, como cuna del ilustre del personaje en cuestión. Reciba mi más entusiasmado ánimo en el empeño.